viernes, 3 de diciembre de 2010

PLEGARIA A JUAN EL BAUTISTA, EL PRECURSOR

Por Antonio Díaz TORTAJADA (Sacerdote-Periodista)

Querido Juan Bautista:
A nosotros como a ti
nos toca vivir una época de límites y grandeza;
límites por la crisis de la cristiandad
y grandeza por todo cuanto significa e implica,
la nueva evangelización.

Para ti, Juan Bautista,
fueron los límites de la ley
y el horizonte que se abría con Jesús.

El anuncio de tu nacimiento fue solemne.

Se realizó en el marco litúrgico del templo.

Desde la designación de tu nombre: Juan,
que significa "Yahvé es favorable",
todo es concreta preparación divina
para ser instrumento que el Señor eligió.

Tu llegada no pasará desapercibida
y muchos se gozarán en tu nacimiento
te abstuviste de vino y bebidas embriagantes,
fuiste un niño consagrado
y, como lo prescribe el libro de los Números
no bebiste vino ni licor fermentado.

Fuiste signo de una vocación de asceta.

El Espíritu Dios habitaba en ti
desde el seno de su madre.

A tu vocación de asceta
se unió la de guía de tu pueblo.

El Señor es quien le eligió,
es él quien dirige todo y guía a tu pueblo.

Tu nacimiento fue motivo de un admirable poema
que, a la vez, fue acción de gracias
y descripción de tu futuro papel como precursor.

Este poema lo canto con toda la Iglesia cada día
al comienzo del día reavivando nuestra acción de gracias
por la salvación que Dios nos ha dado
y en reconocimiento porque tu sigues
mostrándonos el camino de la paz.

Juan Bautista, el Precursor:
Tu eres el signo de la irrupción de Dios en nuestro pueblo.

El Señor nos visita, nos libra y realiza la alianza
que nos había prometido.

Tu papel como precursor es muy preciso:
preparas los caminos del Señor,
das a nuestro pueblo el conocimiento de la salvación.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel.

El sentido exacto de tu papel,
y tu voluntad de ocultamiento,
han hecho de ti
una figura siempre actual a través de los siglos.

No te interesó la forma de vida
que proponía la sociedad
por su incapacidad de escuchar a Dios
o porque cuando creía
que estaba escuchándole no le obedecía.

A ti te interesó mas vestirte con piel de camello,
parecerte a la escuálida palmera del desierto
y comer lo que naturalmente
brotaba de las grietas de las rocas
que no te distrajera de la columna de fuego
que durante tu noche te indicaba el camino de Dios
y hecha fuego te conducía durante el día:
No se puede hablar de ti sin hablar de Cristo,
Y no podemos recordar nunca la venida de Cristo
sin recordarte a ti como Precursor.

No sólo estás unido a la venida de Cristo,
sino también a su obra, que anuncia:
la redención del mundo
y su reconstrucción hasta la Parusía.

Cada año se nos hace actual tu testimonio
y tu actitud frente a su mensaje.

De este modo,
tu estás siempre presente durante este tiempo de Adviento
En realidad, tu ejemplo debe permanecer
constantemente ante nuestros ojos.

Cada uno de nosotros, tenemos como misión
preparar los caminos del Señor,
anunciar la Buena Noticia.

Pero recibirla exige la conversión.
Entrar en contacto con Cristo
supone el desprendimiento de uno mismo.

Sin esta ascesis,
Cristo puede estar en medio de nosotros
sin ser reconocido
Juan Bautista:
Enséñanos a no ser pantalla a la luz,
sino a dar testimonio de ella.

La esposa, la Iglesia, debe ceder el puesto al Esposo.
Ella es testimonio y debe ocultarse
ante aquel a quien testimonia.

Papel difícil el estar presente ante el mundo,
firmemente presente hasta el martirio. como tu
Papel misionero siempre difícil
el de anunciar la Buena Noticia
y no una raza, una civilización, una cultura o un país.

Es preciso que él crezca y que yo disminuya.
Enséñanos anunciar la Buena Noticia
y no una determinada espiritualidad,
una determinada orden religiosa,
una determinada acción católica especializada.

Que como tu mostremos a los nuestros
donde está para ellos el Cordero de Dios
y no acapararlos como si fuéramos nosotros
la luz que les va a iluminar.

Tu vida debe ser para nosotros una lección
siempre presente y necesaria,
así como también la de la ascesis del desierto
y la del recogimiento en el amor para dar mejor testimonio.

La elocuencia del silencio en el desierto es fundamental
a todo verdadero y eficaz anuncio de la Buena Noticia.

Enséñame, Juan Bautista, a continuar
tu papel del precursor.

Tu gran figura se nos presenta viva para nosotros,
hombres del siglo XXI,
en camino hacia el día de Cristo.

Que los valles de nuestra vida se levanten,
que montes y colinas se abajen,
que lo torcido se enderece, y lo escabroso se iguale.

Se trata de una renovación, de un cambio,
de una conversión que reside,
sobre todo, en un esfuerzo
para volver a la caridad, al amor a los otros
Enséñanos a preparar los caminos del Señor,
a anunciar la Buena Noticia;
fue tu papel
y al que nos exhortas a que nosotros desempeñemos.

Hoy, este papel no es más sencillo
que en tus tiempos y nos incumbe a cada uno de nosotros.
Tu anunciaste al Cordero de Dios
y fuiste el primero que llamó así a Cristo.

Amén.

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