viernes, 30 de octubre de 2015

El blog de José Luis Barrera: Carlos Bousoño

El blog de José Luis Barrera: Carlos Bousoño: Cuando algún poeta se nos muere, sentimos -los que nos gusta la poesía y aunque sea momentáneamente-, un gran vacío... Yo intento llenar...

sábado, 23 de febrero de 2013

EN CUARESMA, LA "MISIÓN EN VALENCIA PORTA FIDEI"


Carta del Sr. Arzobispo de Valencia

¡Qué alegría produce en lo más profundo de nuestro corazón descubrir la Cuaresma, como nos ha dicho el Papa Benedicto XVI, como un tiempo de peregrinación interior! Es verdad que es una peregrinación singular: ya que se trata de ir hacia quien es la fuente de la misericordia, que es Dios mismo. Una peregrinación que no hacemos nosotros por nuestra propia cuenta, sino que Él va en nuestra compañía y nos alienta y nos dice el verdadero camino que tenemos que realizar en nuestra vida. Es más, Él nos acompaña a través del desierto de nuestra propia pobreza y precariedad. ¡Qué fortaleza da saber que es Dios mismo quien nos acompaña, nos guarda y nos sostiene en esta peregrinación!

¿Os dais cuenta la fuerza que tiene para nuestra vida el sabernos acompañados por Dios? ¡Qué esperanza sentimos cuando nos sabemos escuchados por Dios mismo en momentos en los que tenemos hambre de alegría, de paz y de amor! Os invito a que esta esperanza, de la que estamos necesitados todos los hombres, sea la que llene vuestras vidas acogiendo a Dios. Sí. Acoged a Dios esta Cuaresma y en este tiempo de la “Misión en Valencia Porta Fidei”. Os invito a entrar en una confianza ilimitada en Dios. Llamad a las personas que viven en vuestro entorno y animadlas a descubrir este tiempo de gracia que es la Cuaresma en el marco incomparable de esa acción significativa que es la “Misión en Valencia Porta Fidei”. Os aseguro que, lo mismo que en tiempo de Jesús Él escuchaba y atendía a las multitudes que estaban hambrientas, también hoy escucha a esa infinidad de hombres y mujeres, niños, jóvenes y ancianos, que se sienten desolados y tristes, necesitados de ayuda. Hace falta que todos se pongan en comunicación con el Señor. Y tú puedes ser un cauce a través del cual ellos se encuentren con Jesucristo. Muchos hoy están necesitados de lo más elemental para vivir, de que se les reconozca su dignidad y sus derechos, pues la miseria, la soledad o la violencia rodean sus vidas. Pero tengamos esta seguridad: el Señor no permite que la oscuridad predomine, pues como nos decía el Beato Juan Pablo II: “hay un límite impuesto al mal por el bien divino” (Juan Pablo II, Mensaje de Cuaresma, 29-IX- 2005). Por ello, pongamos ese límite haciendo posible que todos se encuentren con el Señor.

Cada instante de nuestra vida es bueno para librar un combate como el que el mismo Jesucristo libró en el desierto y que el Evangelio de este primer Domingo de Cuaresma nos ha recordado. Es un combate sin pausa, en el que las armas de la limosna, la oración y el ayuno son esenciales. Y la Cuaresma y la “Misión en Valencia Porta Fidei”, con esas armas que el Señor nos invita a tener a punto, es un tiempo singular para hacer este combate: se trata de hacer la mejor limosna, que es dar la vida y poner todo lo que somos y tenemos al servicio de los demás; se trata de mantener vivo un diálogo con Dios sin interrupciones de ningún tipo, precisamente ese diálogo que es el que nos realiza y construye, el que nos mantiene alerta en la dirección que el mismo Señor nos propone que tengamos en la vida; en definitiva, se trata de descubrir, como nos decía Santa Teresa de Jesús, que “sólo Dios basta”. Combatir siempre contra cualquier forma de egoísmo, de mal, de odio. Se trata de morir a sí mismo y vivir para Dios. Esta es la gran revolución que proponemos. Esta es la gran misión que en toda nuestra Archidiócesis de Valencia queremos hacer. Esta misión no se la podemos esconder a nadie. A esta misión hemos de estar abiertos todos y nadie debe impedir que el Señor se acerque a las vidas de los hombres en una acción y en un empeño que la Iglesia Diocesana oferta como tal en este tiempo de Cuaresma. La puerta de la fe siempre ha de estar abierta.

Os invito a que miréis a Cristo Crucificado. “Mirarán al que traspasaron”. Miradlo a través de todas las catequesis de la “Misión en Valencia Porta Fidei”: ¿qué buscáis?... la contemplación del amor del Padre; vivir la experiencia del perdón que nos otorga el Hijo y descubrir al Espíritu Santo que guía a la Iglesia. Miremos y contemplemos al Señor en la Cruz con una inmensa confianza. Miremos su costado traspasado. Ese costado de Cristo del que, como nos dice el Evangelio, “salió sangre y agua” (Jn 19, 34). Como bien sabéis, los Padres de la Iglesia consideraron estos elementos como símbolos de los sacramentos del Bautismo y de la Eucaristía. En el camino cuaresmal, recordando nuestro Bautismo, se nos invita a salir de nosotros mismos para abrirnos y abandonarnos confiadamente al abrazo misericordioso del Padre, como decía San Juan Crisóstomo (Catequesis, 3, 14 ss.). Por otra parte, la sangre es símbolo del amor del Buen Pastor, que llega a nosotros especialmente en el misterio de la Eucaristía. El Papa Benedicto XVI, nos decía: “La Eucaristía nos adentra en el acto oblativo de Jesús…; nos implicamos en la dinámica de su entrega” (Deus caritas est, 13).

Os invito a que celebréis el Sacramento de la Reconciliación, de la Confesión, de la Penitencia. Entrar en un clima cuaresmal es entrar en un tiempo para redescubrir, quienes estamos bautizados, el don recibido en ese día, que no fue nada más ni nada menos que la vida misma de Cristo. Fuimos regenerados por Cristo, Él ocupó nuestra existencia. Es verdad que esa vida la ensuciamos y estropeamos, y necesitamos que el Señor mismo sea quien recupere lo que Él mismo nos entregó. Celebrar el Sacramento de la Penitencia, poner la verdad de nuestra vida ante la Verdad que es Jesucristo, pedirle perdón de corazón, proponernos vivir siempre de cara a Dios, es una gracia que nunca debemos abandonar y que este tiempo de Cuaresma nos invita a alcanzar. Y para quienes, a lo mejor aún no tenéis esa vida que os identifica con Dios mismo, como es el Bautismo, y os hace hacer las obras de Dios, os invito a que os abráis a esa gracia inmensa, que os hará tener en vuestra vida una nueva perspectiva que tiene la originalidad que solamente Dios puede dar. En los orígenes de la Iglesia este tiempo de Cuaresma era un tiempo privilegiado de preparación para los sacramentos del Bautismo y de la Eucaristía que se celebraban en la Vigilia Pascual.

Os invito a que la “Misión en Valencia Porta Fidei” os haga vivir aquella consigna tan precisa con la que el Apóstol San Pablo alentaba a los Corintios: “Os exhortamos a que no recibáis en vano la gracia de Dios… Mirad ahora el momento favorable; mirad ahora el día de salvación” (2 Cor 6, 1-2). Para los cristianos, cualquier momento es favorable y cada día lo es de salvación pero, en la liturgia, también la Cuaresma se presenta como un tiempo oportuno. Recordemos las palabras con las que se impone la ceniza: “convertíos y creed en el Evangelio” o “acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás”. Es un gesto de humildad que significa que reconocemos lo que somos, criaturas frágiles, hechas de tierra, destinadas a la tierra, pero también hechas a imagen y semejanza de Dios, destinadas a Él, plasmadas por su amor, animados por su soplo vital, con capacidad de reconocer su voz, pero también con una libertad para poder desobedecerlo y vivir desde la autosuficiencia. La enfermedad que destruye al ser humano se tiene cuando se margina de Dios. Este tiempo de Cuaresma y la “Misión en Valencia Porta Fidei” es una oferta para dejar entrar a Dios en nuestra vida.

Con gran afecto, os bendice
+ Carlos, Arzobispo de Valencia

jueves, 20 de diciembre de 2012

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EL NUEVO BLOG DE EOS: LOS AFLIGIDOS PREMIAN A HORNO PASTELERIA MILA DEL ...: FOTOS MANOLO GUALLART Y JV  AMORES Desde El Cañamelar, Valencia, José Ángel Crespo Flor). Por cuarto año consecutivo la Hermandad del Cris...

lunes, 10 de diciembre de 2012

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sábado, 8 de diciembre de 2012

LA INMACULADA CONCEPCIÓN, NUEVA IMAGEN DE LA HUMANIDAD (Carta semanal del Sr. Arzobispo de Valencia)

 
  + Carlos, Arzobispo de Valencia 
  
 ¡Cuántos poetas y pintores, teólogos y escritores han cantado las grandezas de María Inmaculada! En el siglo de oro español muchos de sus artistas supieron captar la realidad del hecho más importante de la historia, la victoria sobre el mal. En la Santísima Virgen María descubren cómo la creación entera exulta de gozo, pues Ella, como dice Lope de Vega, “da muerte al que nos quita la vida”. Por otra parte, también el pueblo ha sabido captar las glorias de María e, incluso, antes de proclamar el dogma de la Inmaculada Concepción, hombres y mujeres del pueblo así lo reconocían y vivían. Tenemos el ejemplo vivo en nuestra Archidiócesis de Valencia de cómo el pueblo captó esta realidad y la ha sabido mantener a través de los tiempos. El ejemplo de Ontinyent y la fuerza que ha tenido el dogma de la Inmaculada Concepción es evidente. Esta realidad ha configurado su historia, sus costumbres, sus ideales más altos. Todos nosotros hemos sido partícipes en la celebración del Año Mariano en Ontinyent, que concluye ahora, de cómo todos sus habitantes nos han contagiado la gloria de esa nueva imagen de humanidad que se manifiesta en María Inmaculada.

El 8 de diciembre de 1854 el Papa Pío IX proclamaba solemnemente el dogma de la Inmaculada Concepción, cuyo contenido estricto quedó sancionado con la bula Ineffabilis Deus. Con palabras muy precisas, entre otras cosas, se dice: “…declaramos, afirmamos y definimos que ha sido revelada por Dios, y por consiguiente, que debe ser creída, firme y constantemente por todos los fieles, la doctrina que sostiene que la Santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de pecado original, en el primer instante de su concepción, por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, salvador del género humano”. Con esta líneas os invito a todos a vivir la alegría que nace del cariño inmenso de Dios a los hombres y que la encontramos ya en la Virgen María. Son muy conocidas las palabras del Concilio Vaticano II: “Realmente, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado. Pues Adán, el primer hombre, era figura del que había de venir, es decir, de Cristo, el Señor. Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la grandeza de su vocación… Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de nosotros en todo semejante a nosotros excepto en el pecado” (GS 22).

Y es que el Salvador del género humano debía recoger a todos los hombres. Y así como Adán fue hecho con esa tierra escogida, inmaculada y virgen sin lluvia del cielo, así el nuevo Adán debía nacer de una tierra inmaculada y virgen, sin lluvia de varón, para posibilitar el inicio de la nueva creación. La Virgen María refleja la perfección del plan de Dios, vincula a Cristo con el primer capítulo del Génesis. No habrá hombre nuevo sin tierra nueva. No habrá un cielo sin suelo. ¡Qué bien viene aquí recordar aquellas palabras que Fray Luis de León dirige a María: “a Dios de Dios bajáis del cielo al suelo, del hombre alzáis del suelo al cielo” (L. Mª Herrán, Mariología poética española, Madrid 1988, p. 151). Es impresionante contemplar la bendición que la Virgen María oyó por dos veces: “bendita tú entre las mujeres”. Así se lo dijeron el ángel en la Anunciación y su prima Isabel en la Visitación. La Inmaculada Concepción nos recuerda cómo la primera mujer es causa de muerte para los que vivían y cómo la segunda, María, es causa de salud para los mortales. Cuando meditas lo que los poetas han cantado, lo que los pintores han captado y lo que los teólogos nos han mostrado, siente uno algo muy especial al pensar en María: Ella es la materia santa de donde Cristo recibe la carne. El seno de María se puede decir, como lo hacen gran parte de los Santos Padres, que se convierte en testigo del abrazo y el beso entre Dios y el hombre. Según el salmo, “la misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan; la fidelidad brota de la tierra y la justicia mira desde el cielo. El Señor nos dará la lluvia y nuestra tierra dará su fruto” (Sal 84, 12-13).

Siempre me han impresionado las palabras de la Virgen María a Bernardette: “Yo soy la Inmaculada Concepción”. ¡Cómo desvela María la gracia extraordinaria que Ella recibió de Dios! La gracia de ser concebida sin pecado. María es la mujer de nuestra tierra que se entregó por completo a Dios y recibió de Él el privilegio de dar la vida humana a su eterno Hijo. Recordemos aquellas palabras con las que María da respuesta a Dios a través del ángel: “Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc 1, 38). Así aparece María como la expresión máxima de la belleza y de la hermosura transfigurada, la imagen de la nueva humanidad. Se nos presenta en esta historia como la criatura que vive en una dependencia total y absoluta de Dios, en la que manifiesta lo que es la libertad plena que tiene sus cimientos en el reconocimiento de la genuina dignidad que Dios le ha dado y nos desvela a nosotros nuestra propia dignidad, la que podemos alcanzar en Cristo. Ella nos muestra cómo ponerse en manos de Dios es encontrar el camino de la libertad verdadera, ya que solamente volviéndose hacia Dios el ser humano llega a ser él mismo. En manos de Dios encuentra su verdadera vocación, creada a su imagen y semejanza. Precisamente aquí está el drama del hombre hoy, cuando margina a Dios de su vida y vive desde sí mismo, no se encuentra, vive aturdido, sin sentido, en la desesperanza. Y es que sólo en manos de Dios encuentra su vocación verdadera, su imagen real.

La Inmaculada Concepción es el reflejo de la Belleza que salva al mundo: nada más ni nada menos que la belleza de Dios que resplandece en el rostro de Cristo, a quien Ella ha llevado en su vientre, y lo entrega en la historia para que los hombres contemplen su Gloria y su Belleza. El fundamento bíblico del dogma de la Inmaculada Concepción se encuentra en las palabras que le dirigió el ángel en Nazaret: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo” (Lc 1, 28). ¡Qué fuerza tienen estas palabras! “Llena de gracia” es el nombre más hermoso de María. Es un nombre que le dio Dios mismo para indicar que Ella, desde siempre y para siempre, es la amada, la elegida, la escogida para acoger el don más precioso, “el amor encarnado de Dios”, Jesucristo.

Con la Inmaculada Concepción descubrimos cómo el proyecto de Dios no ha fracasado. En la oscuridad de la historia, podemos decir de María lo que dice el salmo: “La tierra ha dado su fruto” (Sal 67, 1). María es el sagrario vivo del Dios encarnado, es el Arca de la alianza. Ella se convierte en una nueva fuerza viva que orienta e impregna el mundo desde el momento que dice “sí” a Dios. Es templo vivo de Dios. ¿Qué nos puede decir María Inmaculada hoy a nosotros? Ella vivía sumergida en la Palabra de Dios y por eso hablaba con palabras de Dios, pensaba con palabras de Dios, recibía la sabiduría de Dios. Con su vida nos recuerda, para que nunca lo olvidemos, que “donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia” (Rm 5, 20). Nos manifiesta siempre que no tengamos miedo, nos propone con fuerza que hemos de vivir así: “haced lo que Él os diga” (Jn 2, 5). Ella nos invita a vivir abiertos a la acción de Dios, a decirle siempre “sí” y a mirar a los demás como Él mismo mira: con misericordia, amor y ternura infinita.

 
 

domingo, 2 de diciembre de 2012

Tiempo de gracia para ir al origen de las emergencias (Carta semanal del Arzobispo de Valencia)

Carlos, arzobispo de Valencia

Entramos en un nuevo Año Litúrgico. Lo iniciamos con el tiempo de Adviento. ¿Qué significado tiene este término? Se puede traducir de muchas maneras: “presencia”, “llegada”, “venida”. En el mundo antiguo era un término muy utilizado, indicaba la llegada de un funcionario, la visita de un rey o del emperador a una provincia. Pero, ciertamente, también podía indicar la venida de la divinidad, que se manifestaba saliendo de la oscuridad y presentándose con fuerza en medio de los hombres.

Los cristianos rápidamente adoptaron esta palabra, “Adviento”, para expresar su relación con Jesucristo. ¡Qué fuerza tiene para todos nosotros esta expresión, “Adviento”! Jesús es el Rey que ha entrado en esta tierra para visitar a todos los hombres. Y nos invita a participar en esta fiesta de alegría a todos y con unas consecuencias para la vida y la historia de los hombres indescriptibles. ¿Comprendéis la fuerza que tiene para el hombre saber que Dios está aquí, que no se ha retirado del mundo, que no nos ha dejado solos y viene a visitarnos de múltiples maneras? Dios quiere entrar en mi vida y desea dirigirse a mí. Tengamos la audacia y la valentía de acogerlo e invitemos a todos los hombres a recibirlo. Digamos a todos: ¡No tengáis miedo!

¿Qué aprendemos en este tiempo de Adviento? Descubrimos que el Señor ha venido a este mundo y ha visitado a los hombres por la Encarnación en María. Es una llegada singular de Dios a la historia de los hombres. Y vendrá otra vez al final de los tiempos. Sin embargo, no solamente existe esta llegada. El Señor desea venir siempre a través de nosotros y llama a las puertas de nuestro corazón y nos dice: “¿estás dispuesto a darme tu tiempo, tu corazón, tu carne, tu vida?”. Él busca una morada viva que dé la noticia de que el origen de las enfermedades que padecemos los hombres y que tienen el nombre de emergencias o de crisis, está en la incomunicación con Dios, en no dejarle entrar en la vida personal y colectiva de los hombres, en marginarle, en no contar con Él, en asumir una manera de comportarnos los hombres que nada tiene que ver con el humanismo que Él ha revelado con su presencia entre los hombres. Urge que el Señor pueda venir a través de nosotros.

¿Qué compromiso en Adviento tendríamos que asumir? Uno muy sencillo, pero muy hondo: “llevar la alegría a los demás”, “comunicarles la esperanza”, “transmitir la fe a todos los hombres”, “llevarles el amor de Dios”. No se trata de hacerlo con costosos regalos, tampoco de hacer grandes revoluciones con nuestras fuerzas y estrategias. Utilicemos la misma estrategia de Dios. Hay que llevar el regalo de nosotros mismos y con la vida nueva que nos ha sido dada en Cristo: siendo hechura de Dios, imagen de Dios, asumiendo una manera de existir que es la que nos ha revelado Nuestro Señor Jesucristo en su paso por este mundo y en la que hemos sido engendrados por el Bautismo.

Llevemos la alegría de haber conocido a Dios y de habernos conocido a nosotros mismos; llevemos la esperanza que nace de poner el corazón en los planes que son de Dios y en los sólidos fundamentos que se nos han revelado en Jesucristo; llevemos la fe que supone una adhesión inquebrantable a Dios en todos los proyectos que tiene sobre el hombre (especialmente, en una manera de entenderse al hombre a sí mismo); llevemos el amor de Dios que no sabe de mirarse para sí mismo, sino para los otros, que sabe de entrega total de uno mismo, de servicio incondicional al otro como si fuera Dios mismo. Con nuestras palabras y nuestras obras anulemos todas las emergencias y crisis, entregando salidas nuevas que nacen de volver a la comunicación abierta y con todas las consecuencias con Dios en Jesucristo.

En Adviento, recordemos siempre que Dios viene, que llega ahora, que no es un Dios desinteresado de nosotros y de nuestra historia. Es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, es el Dios que viene y que nunca deja de pensar en nosotros, que respeta nuestra libertad hasta el límite, hasta, incluso, poder decirle “no quiero saber nada de ti”. ¡Cómo ha deseado Dios encontrarse con el ser humano! ¡Qué amor más grande ha manifestado viniendo a esta historia y haciéndose un hombre como nosotros! El deseo divino es encontrase con nosotros y el deseo del hombre ha de ser encontrarse con Dios y dejarse hacer por Dios. Y tenemos necesidad de este encuentro, pues Él es el único que nos libera del mal y de la muerte, el único que quiere retirar de nuestra vida todo aquello que impide la felicidad del hombre. En definitiva Él viene a salvarnos. Establecer la comunicación con Dios es todo un reto en este Adviento.

Tenemos anhelo de un mundo mejor. Hagámoslo con la oración y con las obras buenas, esas mismas que nos enseñó Jesucristo a hacer mientras estuvo con nosotros en esta historia. Propongamos como salida a nuestras emergencias y crisis la comunicación con Dios que nuestra cultura tiende a romper. ¿Cómo? El Adviento es un tiempo oportuno:

1) Captemos la presencia de Dios, su visita: sepamos saborear el silencio. La única manera de captar la presencia de Dios es saber detenernos en el silencio que nos habla de la presencia de Dios. En el silencio comprendemos mejor los acontecimientos de cada día, los gestos que Dios nos dirige o directamente o a través de los demás y de los acontecimientos. En el silencio percibimos con claridad el amor de Dios. Y en ese silencio podríamos escribir mejor nuestro “diario interior”, a través del cual podríamos escribir mejor las consecuencias y los compromisos a los que nos lleva el amor de Dios. Nuestra vida, desde el silencio, la comprendemos mejor y también la entendemos como “visita”, la que nos hace Dios a nosotros. Tengamos tiempos de silencio y de encuentro con Dios. Nuestras casas de ejercicios son medios para captar la presencia de Dios.

2) Vivamos en la comunicación con Dios, abiertos al misterio de Dios, ensanchando horizontes de comprensión: abiertos a Él sin romper la comunicación con quién nos ama y nos da el amor que necesitamos para vivir. Abiertos a su presencia real en el misterio de la Eucaristía. Abiertos a la escucha de su Palabra, a dejarnos hacer por ella. Abiertos a su presencia real regalándonos su perdón a través del Sacramento de la Penitencia. Abiertos a Él, que es la manera de satisfacer la demanda que existe hoy de verdad. Hay muchas informaciones, muchas ideas, muchas interpretaciones, pero existe una  gran necesidad de verdad. Ha sido Jesucristo el único que nos ha dicho que Él es la Verdad. Nuestros monasterios son lugares que debemos visitar para aprender a comunicarnos con Dios y vivir abiertos a su misterio.

3) Vivamos en esperanza: Adviento es espera. Adviento nos impulsa a entender la vida y la historia como “kairós”, como ocasión propicia para nuestra salvación. En nuestra vida estamos siempre en constante espera. La esperanza marca el camino de la humanidad y, en nosotros, tiene una certeza, la de que el Señor está con nosotros a lo largo de nuestra vida. Volvamos el corazón a Cristo que nos ofrece su amor y su salvación. Entreguemos este amor y esta salvación con obras a los que viven a nuestro alrededor, a través de nuestros compromisos reales con las instituciones de caridad.

sábado, 1 de diciembre de 2012

HIMNO AKATHISTOS

NOVENA A LA INMACULADA (AÑO DE LA FE) HIMNO AKATHISTOS
(Versión del Padre Jesús Castellano, Akathistos, Antiguo
himno a la Madre de Dios,Roma, 1996.)


1
Un Arcángel excelso
fue enviado del cielo
a decir "Dios te salve" a María.
Contemplándote, oh Dios, hecho hombre
por virtud de su angélico anuncio,
extasiado quedó ante la Virgen,
y así le cantaba:
Salve, por ti resplandece la dicha;
Salve, por ti se eclipsa la pena.
Salve, levantas a Adán el caído;
Salve, rescatas el llanto de Eva.
Salve, oh cima encumbrada a la mente del hombre;
Salve, abismo insondable a los ojos del ángel.
Salve, tú eres de veras el trono del Rey;
Salve-, tú llevas en ti al que todo sostiene.
Salve, lucero que el sol nos anuncia;
Salve, regazo del Dios que se encarna.
Salve, por ti la creación se renueva;
Salve, por ti el Creador nace niño.
SALVE, ¡VIRGEN Y ESPOSA!

2
Conociendo la Santa
que era a Dios consagrada,
al Arcángel Gabriel le decía:
"Tu mensaje es arcano a mi oído
y difícil resulta a mi alma;
insinúas de Virgen el parto,
exclamando:
¡ALELUYA!

3
Deseaba la Virgen
comprender el misterio
y al heraldo divino preguntaba:
"¿Podrá dar a luz criatura
una Virgen? Responde, te ruego".
Reverente Gabriel contestaba,
y así le cantaba:
Salve, tú guía al eterno consejo;
Salve, tú prenda de arcano misterio.
Salve, milagro primero de Cristo;
Salve, compendio de todos sus dogmas.
Salve, celeste escalera que Dios ha bajado;
Salve, oh puente que llevas los hombres al cielo.
Salve, de angélicos coros solemne portento;
Salve, de turba infernal lastimero flagelo.
Salve, inefable, la Luz alumbraste;
Salve, a ninguno dijistes el secreto.
Salve, del docto rebasa la ciencia;
Salve, del fiel ilumina la mente.
SALVE, ¡VIRGEN Y ESPOSA!

4
La Virtud de lo alto
la cubrió con susombra
e hizo Madre a la esposa inviolable.
Aquel seno de Dios fecundado
germinó como fértil arado
para todo el que busca la gracia
y aclama:
¡ALELUYA!

5
Con el niño en su seno,
presurosa María,
a su prima Isabel visitaba.
El pequeño en el seno materno
exultó al oír el saludo,
y con saltos, cual cantos de gozo,
a la Madre aclamaba:
Salve, oh tallo del verde Retoño;
Salve, oh rama del fruto incorrupto.
Salve, al pío Arado tú cultivas;
Salve, tú plantas quien planta la vida.
Salve, oh campo fecundode gracias copiosas;
Salve, oh mesa repleta de dones divinos.
Salve, un Prado germina de toda delicia;
Salve, al alma preparas Asilo seguro.
Salve, incienso de grata plegaria;
Salve, ofrenda que el mundo concilia.
Salve, clemencia de Dios para el hombre;
Salve, del hombre con Dios confianza.
¡SALVE, VIRGEN Y ESPOSA!

6
Con la mente en tumulto,
inundado de dudas,
el prudente José se debate.
Te conoce cual Virgen intacta;
desposorios secretos sospecha.
Al saber que es acción del Espíritu,
Exclama:
¡ALELUYA!

7
Los Pastores oyeron
los angélicos coros
que al Señor hecho hombre cantaban.
Para ver al Pastor van corriendo;
un Cordero inocente contemplan
que del pecho materno se nutre,
y a la Virgen le cantan:
Salve, Nutriz del Pastor y Cordero;
Salve, aprisco de fieles rebaños.
Salve barrera a las fieras hostiles;
Salve, ingreso que da al Paraíso.
Salve, por ti con la tierra exultan los cielos;
Salve, por ti con los cielos se alegra la tierra.
Salve, de Apóstoles boca que enmudece;
Salve, de Mártires fuerza que nadie somete.
Salve, de fe inconcuso cimiento;
Salve, fulgente estandarte de gracia.
Salve, por ti es despojado al averno;
Salve, por ti revestimos la gloria.
SALVE, ¡VIRGEN Y ESPOSA!

8
Observando la estrella
que hacia Dios los guiaba,
sus fulgores siguieron los magos.
Era antorcha segura en su ruta;
Los condujo ante Rey Poderoso,
al llegar hasta el inalcanzable,
le cantan:
¡ALELUYA!

9
Contemplan los magos
entre brazos maternos
al que al hombre plasmó con sus manos.
Comprendieron que era Él su Señor,
A pesar de su forma de esclavo;
presurosos le ofrecen sus dones
y a la Madre proclaman:
Salve, oh Madre del sol sin ocaso;
Salve, aurora del místico día.
Salve, tu apagas hogueras de errores;
Salve, Dios Trino al creyente revelas.
Salve, derribas del trono al tirano enemigo;
Salve, nos muestras a Cristo el Señor y el Amigo.
Salve, nos has liberado de bárbaros ritos;
Salve, nos has redimido de acciones de barro.
Salve, destruyes el culto del fuego;
Salve, extingues las llamas del vicio.
Salve, camino a la santa templanza;
Salve, alegría de todas las gentes.
SALVE, ¡VIRGEN Y ESPOSA!

10
Portadores y heraldos
de Dios eran los magos
de regreso, allá en Babilonia.
Se cumplía el oráculo antiguo
cuando a todos hablaban de Cristo,
sin pensar en el necio de Herodes
que no canta:
¡ALELUYA!

11
El Egipto iluminas
con la luz verdadera
persiguiendo el error tenebroso.
A tu paso caían los dioses,
no pudiendo, Señor, soportarte;
Y los hombres, salvados de engaño,
a la Virgen aclaman:
Salve, levantas el genero humano;
Salve, humillas a todo el infierno.
Salve, conculcas engaños y errores;
Salve, impugnas del ídolo el fraude.
Salve, oh mar que sumerge al cruel enemigo;
Salve, oh roca do beben sedientos de vida.
Salve, columna de fuego que guía en tinieblas;
Salve, amplísima nube que cubres el mundo.
Salve, nos diste el Maná verdadero;
Salve, nos sirves manjar de delicias.
Salve, oh tierra por Dios prometida;
Salve, en ti fluyen la miel y la leche.
SALVE, ¡VIRGEN Y ESPOSA!

12
Simeón el anciano,
al final de sus días,
de este mundo dejaba la sombra.
Presentado le fuiste cual niño;
Mas, al verte cual Dios poderoso,
admiró el arcano designio
y gritaba:
¡ALELUYA!
 
13
Renovó el Excelso
de este mundo las leyes
cuando vino a habitar en la tierra.
Germinando en un seno incorrupto
lo conserva intacto cual era.
Asombrados por este prodigio
a la Santa cantamos:
Salve, azucena de intacta belleza;
Salve, corona de noble firmeza.
Salve, la suerte futura revelas;
Salve, la angélica vida desvelas.
Salve, frutal exquisito que nutre a los fieles;
Salve, ramaje frondoso que a todos cobija.
Salve, llevaste en el seno quien guía al errante;
Salve, al mundo entregaste quien libra al esclavo.
Salve, plegaria ante el Juez verdadero;
Salve, perdón del que tuerce el sendero.
Salve, atavío que cubre el desnudo;
Salve, del hombre supremo deseo.
SALVE, ¡VIRGEN Y ESPOSA!

14
Ante el Parto admirable,
alejados del mundo,
hacia el cielo elevamos lamente.
El Altísimo vino a la tierra
con la humilde semblanza de un pobre
y enaltece hasta cumbres de gloria
a quien canta:
¡ALELUYA!

15
Habitaba en la tierra
y llenaba los cielos
La Palabra de Dios infinita.
Su bajada amorosa hasta el hombre
no cambiósu morada suprema.
Era el parto divino de Virgen
que este canto escuchaba:
Salve, mansión que contiene el inmenso;
Salve, dintel del augusto misterio.
Salve, de incrédulo equívoco anuncio;
Salve, de fiel inequívoco orgullo.
Salve, carroza del Santo que portan querubes;
Salve, sitial del que adoran sin fin serafines.
Salve, tu sola has unido dos cosas opuestas;
Salve, tu sola a la vez eres Virgen y Madre.
Salve, por ti fue borrada la culpa;
Salve, por ti Dios abrió el Paraíso.
Salve, tu llave del Reino de Cristo;
Salve, esperanza de bienes eternos.
SALVE, ¡VIRGEN Y ESPOSA!

16
Todo el orden angélico
asombrado contempla
el misterio de Dios que se encarna.
Al Señor, al que nadie se acerca,
hecho hombre, accesible, admira
caminar por humanos senderos,
escuchando:
¡ALELUYA!

17
Oradores brillantes
como peces se callan
ante ti, Santa Madre del Verbo.
Como ha sido posible no entienden
ser tu Virgen después de ser Madre.
el prodigio admiramos tus fieles
y con fe proclamamos:
Salve, sagrario de arcana Sapiencia;
Salve, despensa de la Providencia.
Salve, por ti se confunden los sabios;
Salve, por ti el orador se enmudece.
Salve, por ti se aturden sutiles doctores;
Salve, por ti desfallecen autores de mitos.
Salve, disuelves enredos de agudos sofistas;
Salve, rellenas las redes de los pescadores.
Salve, levantas de onda ignorancia;
Salve, nos llenas de ciencia suprema.
Salve, navío del que ama salvarse;
Salve, oh puerto en el mar de la vida.
SALVE, ¡VIRGEN Y ESPOSA!

18
Por salvar todo el orbe,
el Divino Alfarero
hasta el mundo bajó, porque quiso.
Por ser Dios era Él Pastor nuestro;
Se mostró por nosotros Cordero;
Como igual sus iguales atrae;
cual Dios oye:
¡ALELUYA!

19
Virgen, Madre de Cristo.
baluarte de las Vírgenes
y de todo el que en ti se refugia
el divino Hacedor te dispuso,
al tomar de ti carne en tu seno;
Y enseña a que todos cantemos
en tu honor, oh Inviolable:
Salve, columna de sacra pureza;
Salve, umbral de la vida perfecta.
Salve, tu inicias la nueva progenie;
Salve, dispensas bondades divinas.
Salve, de nuevo engendraste al nacido en deshonra;
Salve, talento infundiste, al hombre insensato.
Salve, anulaste a Satán seductor de las almas;
Salve, nos distes al Señor sembrador de los castos.
Salve, regazo de nupcias divinas;
Salve,unión de los fieles con Cristo.
Salve, de vírgenes Madre y Maestra;
Salve, al Esposo conduces las almas.
SALVE, ¡VIRGEN Y ESPOSA!

20
Impotente es el canto
que alabar presumiera
de tu gracia el caudal infinito.
Como inmensa es la arena en la playa
pueden ser nuestros himnos, Rey Santo;
Mas no igualan los dones que has dado
a quien canta:
¡ALELUYA!

21
Como antorcha luciente
del que yace en tinieblas
resplandece la Virgen María.
Ha encendido la Luz increada;
Su fulgor ilumina las mentes
y conduce a laciencia celeste
suscitando este canto:
Salve, oh rayo de sol verdadero;
Salve, destello de Luz sin ocaso.
Salve, fulgor que ilumina las mentes;
Salve, cual trueno enemigos aterras.
Salve, surgieron de ti luminosos misterios;
Salve, brotaron en ti caudalosos arroyos.
Salve, figura eres tú de salubre piscina;
Salve, tu limpias las manchas de nuestros pecados.
Salve, oh fuente que lavas las almas;
Salve, oh copa que vierte alegría.
Salve, fragancia de ungüento de Cristo;
Salve, oh vida del sacro Banquete.
SALVE, ¡VIRGEN Y ESPOSA!

22
Por querer perdonarnos
el pecado primero,
el que paga las deudas de todos,
de sus prófugos busca el asilo,
libremente del cielo exiliado.
Mas, rasgando el quirógrafo antiguo,
oye un canto:
¡ALELUYA!

23
Celebrando tu parto,
a una voz te alabamos
como templo viviente, Señora.
Ha querido encerrarse en tu seno
el que todo contiene en su mano,
el que santa y gloriosa te ha hecho,
el que enseña a cantarte:
Salve, oh tienda del Verbo Divino;
Salve, más grande que el granSantuario.
Salve, oh Arca que Espíritu dora;
Salve, tesoro inexhausto de vida.
Salve, diadema preciosa de reyes devotos;
Salve, orgullo glorioso de sacros ministros.
Salve, firmísimo alcázar de toda la Iglesia;
Salve, muralla invencible de todo el Imperio.
Salve, por ti enarbolamos trofeos;
Salve, por ti sucumbió el adversario.
Salve, remedio eficaz de mi carne;
Salve, inmortal salvación de mi alma.
SALVE, ¡VIRGEN Y ESPOSA!

24
Digna de toda loa,
Madre Santa del Verbo,
Él mas Santo entre todos los Santos.
Nuestra ofrenda recibe en el canto;
Salva al mundo de todo peligro;
Del castigo inminente libera
a quien canta:
¡ALELUYA!