Carta del Sr. Arzobispo de Valencia
¡Qué alegría produce en lo más profundo de nuestro corazón descubrir la Cuaresma, como nos ha dicho el Papa Benedicto XVI, como un tiempo de peregrinación interior! Es verdad que es una peregrinación singular: ya que se trata de ir hacia quien es la fuente de la misericordia, que es Dios mismo. Una peregrinación que no hacemos nosotros por nuestra propia cuenta, sino que Él va en nuestra compañía y nos alienta y nos dice el verdadero camino que tenemos que realizar en nuestra vida. Es más, Él nos acompaña a través del desierto de nuestra propia pobreza y precariedad. ¡Qué fortaleza da saber que es Dios mismo quien nos acompaña, nos guarda y nos sostiene en esta peregrinación!
¿Os dais cuenta la fuerza que tiene para nuestra vida el sabernos acompañados por Dios? ¡Qué esperanza sentimos cuando nos sabemos escuchados por Dios mismo en momentos en los que tenemos hambre de alegría, de paz y de amor! Os invito a que esta esperanza, de la que estamos necesitados todos los hombres, sea la que llene vuestras vidas acogiendo a Dios. Sí. Acoged a Dios esta Cuaresma y en este tiempo de la “Misión en Valencia Porta Fidei”. Os invito a entrar en una confianza ilimitada en Dios. Llamad a las personas que viven en vuestro entorno y animadlas a descubrir este tiempo de gracia que es la Cuaresma en el marco incomparable de esa acción significativa que es la “Misión en Valencia Porta Fidei”. Os aseguro que, lo mismo que en tiempo de Jesús Él escuchaba y atendía a las multitudes que estaban hambrientas, también hoy escucha a esa infinidad de hombres y mujeres, niños, jóvenes y ancianos, que se sienten desolados y tristes, necesitados de ayuda. Hace falta que todos se pongan en comunicación con el Señor. Y tú puedes ser un cauce a través del cual ellos se encuentren con Jesucristo. Muchos hoy están necesitados de lo más elemental para vivir, de que se les reconozca su dignidad y sus derechos, pues la miseria, la soledad o la violencia rodean sus vidas. Pero tengamos esta seguridad: el Señor no permite que la oscuridad predomine, pues como nos decía el Beato Juan Pablo II: “hay un límite impuesto al mal por el bien divino” (Juan Pablo II, Mensaje de Cuaresma, 29-IX- 2005). Por ello, pongamos ese límite haciendo posible que todos se encuentren con el Señor.
Cada instante de nuestra vida es bueno para librar un combate como el que el mismo Jesucristo libró en el desierto y que el Evangelio de este primer Domingo de Cuaresma nos ha recordado. Es un combate sin pausa, en el que las armas de la limosna, la oración y el ayuno son esenciales. Y la Cuaresma y la “Misión en Valencia Porta Fidei”, con esas armas que el Señor nos invita a tener a punto, es un tiempo singular para hacer este combate: se trata de hacer la mejor limosna, que es dar la vida y poner todo lo que somos y tenemos al servicio de los demás; se trata de mantener vivo un diálogo con Dios sin interrupciones de ningún tipo, precisamente ese diálogo que es el que nos realiza y construye, el que nos mantiene alerta en la dirección que el mismo Señor nos propone que tengamos en la vida; en definitiva, se trata de descubrir, como nos decía Santa Teresa de Jesús, que “sólo Dios basta”. Combatir siempre contra cualquier forma de egoísmo, de mal, de odio. Se trata de morir a sí mismo y vivir para Dios. Esta es la gran revolución que proponemos. Esta es la gran misión que en toda nuestra Archidiócesis de Valencia queremos hacer. Esta misión no se la podemos esconder a nadie. A esta misión hemos de estar abiertos todos y nadie debe impedir que el Señor se acerque a las vidas de los hombres en una acción y en un empeño que la Iglesia Diocesana oferta como tal en este tiempo de Cuaresma. La puerta de la fe siempre ha de estar abierta.
Os invito a que miréis a Cristo Crucificado. “Mirarán al que traspasaron”. Miradlo a través de todas las catequesis de la “Misión en Valencia Porta Fidei”: ¿qué buscáis?... la contemplación del amor del Padre; vivir la experiencia del perdón que nos otorga el Hijo y descubrir al Espíritu Santo que guía a la Iglesia. Miremos y contemplemos al Señor en la Cruz con una inmensa confianza. Miremos su costado traspasado. Ese costado de Cristo del que, como nos dice el Evangelio, “salió sangre y agua” (Jn 19, 34). Como bien sabéis, los Padres de la Iglesia consideraron estos elementos como símbolos de los sacramentos del Bautismo y de la Eucaristía. En el camino cuaresmal, recordando nuestro Bautismo, se nos invita a salir de nosotros mismos para abrirnos y abandonarnos confiadamente al abrazo misericordioso del Padre, como decía San Juan Crisóstomo (Catequesis, 3, 14 ss.). Por otra parte, la sangre es símbolo del amor del Buen Pastor, que llega a nosotros especialmente en el misterio de la Eucaristía. El Papa Benedicto XVI, nos decía: “La Eucaristía nos adentra en el acto oblativo de Jesús…; nos implicamos en la dinámica de su entrega” (Deus caritas est, 13).
Os invito a que celebréis el Sacramento de la Reconciliación, de la Confesión, de la Penitencia. Entrar en un clima cuaresmal es entrar en un tiempo para redescubrir, quienes estamos bautizados, el don recibido en ese día, que no fue nada más ni nada menos que la vida misma de Cristo. Fuimos regenerados por Cristo, Él ocupó nuestra existencia. Es verdad que esa vida la ensuciamos y estropeamos, y necesitamos que el Señor mismo sea quien recupere lo que Él mismo nos entregó. Celebrar el Sacramento de la Penitencia, poner la verdad de nuestra vida ante la Verdad que es Jesucristo, pedirle perdón de corazón, proponernos vivir siempre de cara a Dios, es una gracia que nunca debemos abandonar y que este tiempo de Cuaresma nos invita a alcanzar. Y para quienes, a lo mejor aún no tenéis esa vida que os identifica con Dios mismo, como es el Bautismo, y os hace hacer las obras de Dios, os invito a que os abráis a esa gracia inmensa, que os hará tener en vuestra vida una nueva perspectiva que tiene la originalidad que solamente Dios puede dar. En los orígenes de la Iglesia este tiempo de Cuaresma era un tiempo privilegiado de preparación para los sacramentos del Bautismo y de la Eucaristía que se celebraban en la Vigilia Pascual.
Os invito a que la “Misión en Valencia Porta Fidei” os haga vivir aquella consigna tan precisa con la que el Apóstol San Pablo alentaba a los Corintios: “Os exhortamos a que no recibáis en vano la gracia de Dios… Mirad ahora el momento favorable; mirad ahora el día de salvación” (2 Cor 6, 1-2). Para los cristianos, cualquier momento es favorable y cada día lo es de salvación pero, en la liturgia, también la Cuaresma se presenta como un tiempo oportuno. Recordemos las palabras con las que se impone la ceniza: “convertíos y creed en el Evangelio” o “acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás”. Es un gesto de humildad que significa que reconocemos lo que somos, criaturas frágiles, hechas de tierra, destinadas a la tierra, pero también hechas a imagen y semejanza de Dios, destinadas a Él, plasmadas por su amor, animados por su soplo vital, con capacidad de reconocer su voz, pero también con una libertad para poder desobedecerlo y vivir desde la autosuficiencia. La enfermedad que destruye al ser humano se tiene cuando se margina de Dios. Este tiempo de Cuaresma y la “Misión en Valencia Porta Fidei” es una oferta para dejar entrar a Dios en nuestra vida.
Con gran afecto, os bendice
+ Carlos, Arzobispo de Valencia
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