sábado, 25 de diciembre de 2010

LETANIA DE NAVIDAD

Por Antonio DIAZ TORTAJADA (Sacerdote - Periodista- Poeta)

(Los mejores deseos
a los que esperan,
a los que desesperan.
a los que buscan,
a los que ya no buscan.
a los que saben caminar,
a los que ya se cansaron de caminar.
a los que aman,
a los que estropean cada día el amor,
a los que confían,
a los que desconfían.
a los buenos,
a los malos.
a los que siembran cizaña
a los que quieren arrancar la cizaña deprisa.
a los que tienen miedo y se encierran en el ayer.
a los que son incapaces de abrirse a lo nuevo.
a los que están llenos de miedo y no quieren vivir
a los que están llenos de vida y la estropean.
a… todos los hombres y mujeres mi felicitación)

Uno de estos días
quise adornar mi casa para Navidad.
Y me puse a colgar adornos en una guirnalda.
De repente
me vi reflejado en una de esas bolas de cristal.
Mi imagen era pequeña, insignificante, ridícula.
Me quedé mirando aquella esfera
y me volvió mi niñez vivida
en aquel último pueblo de la provincia.
Por la convexidad de aquel adorno
comenzó a pasar mi alegría infantil.
Me vi recogiendo musgo en el pinar cercano.
Me vi corriendo escaleras arriba,
a la cambra para buscar las piedras de chiscar
--mis pequeños tesoros--
y ponerlas en mi pequeño belén.
Sentí cómo mi ternura infantil limpiaba
las figuritas de barro y las colocaba delicadamente
sobre el serrín de aquella minúscula intemperie
donde nacía el Niño.
Fue entonces cuando dejé los adornos
y me puse a escribir,
con los ojos lluviosos, esta letanía.
Me embriagaba la inocencia,
la pequeñez y el fervor.
Cuando --embelesado en mi niñez y en mi oración--escribía despacio,
oí una voz que decía:
"Si no os hacéis como niños,
no entraréis en el reino de los cielos".
Y me dejé empapar por esta íntima plegaria
que me hizo feliz, muy feliz.
Jesús Niño:
Sonrisa de Dios,
canción de Santa María,
admiración de los Ángeles,
sueño de los Profetas,
caricia de los pequeños,
agua de verano,
ventana para ver llover sin frío,
mañana verde con rocío y sol,
sombra en tarde de calor,
río claro con sauces y luna,
amanecer callado, sin nubes y nieve,
oración divina, pequeña y blanca,
ternura en patena de pajas,
Niño y Dios nuestro inmenso:
Dígnate mirarnos,
sonreírnos y guiarnos con tu estrella.
Líbranos Jesús, con tu mano frágil,
menuda y omnipotente:
de hacerte llorar,
de las zancadillas del diablo,
de sus techos con estrellas de mentira,
de rasgarnos el alma por subirnos a los árboles prohibidos,
de no devolverte tu pelota de colores cuando vienes a jugar con nosotros,
de enfadarnos y llamar patas de alambre a los otros,
de las guerras, que hacen llorar a las madres y secan de hijos y risas los hogares,
del viento fuerte, que no nos deja enterrar canciones en la arena,
de todo lo malo, negro, grande y serio:
Líbranos Jesús.
Por hacerte Niño,
por lo que lloraste y reíste,
por todo lo que estorbaste a papá José,
por las veces que le escondiste la garlopa,
por tus carreras detrás de las lagartijas,
por lo que jugaste a lagos, barcas y pescas
en la artesa de Mamá,
con la cuchara de palo y las hojas de la parra,
por las veces que tapaste los ojos a Madre preguntando:
¿Quién soy?
Y Ella respondía: “Mi Dios, hijo, mi Dios”.
Por todo lo tuyo, divino, con luz y hacia arriba:
Líbranos Jesús de todo lo malo, feo, sin luz y hacia abajo.
Te rogamos pequeño Jesús:
por los malos,
por los buenos que son malos,
por los que no saben reír,
por los que no te conocen,
por los que ignoran que las estrellas son rotos,
que hiciste en la noche,
jugando a batallas de luz con los ángeles.
Y que recortaste la luna para hacerte un aro.
Y que nuestra música es un eco de la flauta
que te trajeron los Reyes.
Por los que te rogamos:
Te rogamos, óyenos.Pequeño Jesús dormido:
Danos la Paz de tu sueño con sabor a pan y villancico.
Jesús niño, huidor de sombras:
Danos la ingenuidad de tu mirada limpia
para huir las sombras y retener las luces,
los colores y los cantos.
Niño Jesús, niño:
Danos la fortaleza de tu debilidad,
la grandeza de tu infancia y el extraordinario amor de tu vida ordinaria.
Te rogamos Pequeño y Dios nuestro inmenso,
nos concedas ser --como Tú-- niños
con el alma de playa, suave, blanca y abierta
y los ojos brillantes, ansiosos de Luz y de Madre
para que podamos alegres,
al caer la vida,
con la luna tocar la pandereta
y llenarnos los bolsillos de estrellas,
y jugar a trenes con los mundos,
y poner zancadillas a los ángeles,
y pintarles las alas con tiza,
y reírte eternamente a Ti,
Dios pequeño y queridísimo nuestro.
Amén. Amén. Siempre amén.

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