Por Antonio DÍAZ TORTAJADA (Sacerdote-periodista-poeta)
Señor, fuente y origen de todo lo que vive:
Creemos en Ti como hacedor de todo el orden creado
en los cielos y en la tierra.
Tú eres el principio y fin de todo lo que nos rodea,
visible e invisible.
Tu estás presente en la creación entera,
pero tu presencia es discreta y nos resulta difícil descubrirla.
Ayúdanos a conocerte y amarte en todas las cosas,
en las personas, en los animales y en las plantas,
en las montañas y en los ríos.
Te damos gracias y bendecimos tu nombre.
Tú nos has encomendado esta obra tuya,
para que la perfeccionemos
y la usemos en bien de todos de todos los hombres.
No permitas que utilicemos la creación
para beneficio nuestro en menoscabo del de los demás.
Haznos pequeños y humildes
ante la grandiosidad de lo que nos rodea.
Tú, que formas parte de la creación,
y eres el agua y el pan de vida,
sacia nuestra sed y hambre de Ti,
transfórmanos y transforma
esta vida mortal en vida plena,
que nunca acaba.
Verdaderamente la creación entera,
desde el pecado, gime como con dolores de parto,
hasta que sea redimida con los cielos nuevos y la tierra nueva.
Al principio de la historia
confiaste el cuidado de todo lo creado al ser humano:
Nos bendijiste y nos dijiste:
-- Sed fecundos y multiplicaos;
trabajad la tierra y sometedla.
Dominad sobre los peces del mar
y sobre las aves del cielo y sobre las bestias del campo.
Y el ser humano aceptó esta vocación
de ser colaborador tuyo.
Al cuidar la creación entera nosotros experimentamos
la profesión más antigua de la familia humana,
la vocación fundamental
de ser trabajadores en el jardín de los hombres.
Pero los seres humanos hemos descuidado este encargo;
más aún: lo hemos traicionado.
Por medio de Jesucristo, tu Hijo, agente de la creación.
queremos renovar nuestra vocación primera
de ser administradores de los recursos naturales:
Mayordomos del aire y del agua,
de los ríos y las montañas,
de los bosques con su flora y su fauna.
Señor de la vida:
Que la desertificación de nuestra tierra
que hemos explotado,
saqueado y hecho estéril
para generaciones venideras,
y que en nombre del progreso hemos permitido
que sea envenenada y deforestada,
deseamos rociarla
con el agua sagrada de nuestro esfuerzo y trabajo, señal de vida,
pidiéndote que pueda ser abrazada por nuestra fértil tierra,
alimentada por la lluvia
y besada gentilmente por el sol.
Perdón, Señor, porque no hemos prestado atención
a los clamores de nuestra hermana y madre tierra.
Que tu Espíritu Santo
que nos convoca a ser agentes protectores de la creación
nos haga miembros comprometidos
con la ecología y el ambiente,
signo e imagen viva del reino venidero,
día de la gran fiesta,
cuando todos los elementos de la creación
sean liberados de su gemidos y de su aflicción.
Que seamos agentes de cambio y de transformación
para fomentar el amor y el cuidado,
la dignidad y el respeto al orden creado.
Que sepamos, Señor, sembrar semillas,
embarazadas de vida,
y enséñanos el secreto de la vida de la Pascua:
Que de la muerte renazca nueva Vida.
Amén. Amén.
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