martes, 25 de enero de 2011

A favor de una profesora de religión de un instituto de Granada

«Quito la Cruz, pero por vuestra libertad yo pierdo mis derechos». Una frase para la historia. Esta frase, pronunciada por Susana Fernández profesora de religión en el instituto de Zújar (Granada), ha vuelto a demostrar la persecución que, a diario, sufren los cristianos. Y no hace falta irse muy lejos. En nuestro propio país existen hechos que, como poco, han de hacernos sonrojar y es que ... para algunos, la democracia solo existe en política o ... ni siquiera en eso. Menos mal que los obispos del sur se han posicionado al lado de esta 'valiente', le han dado la razón y están dispuesto a ir donde haga falta con tal de mantener el equilibrio y con tal de no atentar contra las libertades. Por que esa obligatoriedad conlleva eso, atentar directamente contra la libertad de las personas

Yo mismo me posiciono al lado de Susana y lo hago de forma pública, porque entiendo que una cruz nunca molesta. Y pongo dos ejemplos.
Uno, imagino que esos que han obligado a Susana a quitar el crucifijo nunca van a pisar El Museo del Prado porque a lo mejor, si entran se pueden encontrar de bruces con otro crucifijo, el Cristo de Velazquez, obra inmortal de nuestro arte y claro, sus castos ojos no pueden permitir 'semejante afrenta'.
Dos, esos mismos que han obligado a Susana a quitar el crucifijo quiero imaginarme que aunarán fuerzas para que se borre del mapa y de todos los sitios la palabra 'Santa Cruz' cuando se vaya a nombrar a Tenerife. Son dos ejemplos, valen muchos otros, pero con ellos he querido hacer ver lo descomunal de esta actuación. Una actuación que dista mucho de darse en pleno siglo XXI cuando en España - el hecho se ha producido en Granada- todo el mundo habla de libertad y de democracia.

¡Ojalá salgan muchas voces más para denunciar lo que es, en toda regla, una agresión y una afrenta no ya a los sentimientos -que lo es- sino a la propia cultura!. Callar en este caso es de cobardes y ya se sabe, el que calla, otorga. Que luego, si callamos, no nos quejemos de estas arbitrariedades en contra de lo más normal que pueda existir -y una cruz en un aula o en un despacho no molesta a nadie- pues muchas veces ocurren estos atropellos por nuestra propia dejadez.

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