(Desde El Cañamelar, Jose Angel Crespo Flor).- La fiesta de Santa Cecilia (22 de noviembre), patrona de la Música es un motivo perfecto para hablar de nuevo del papa san Pio X, que da nombre a un arciprestazgo de la Iglesia particular que peregrina en Valencia y que reune prácticamente toda la franja del litoral mediterráneo valenciano.
En esta ocasión vamos a profundizar sólo, que no es poco, en su faceta musical pues este papa puso mucho empeño en asentar -y lo consiguió- la musica gregoriana en las celebraciones mas solemnes al considerar a esta prácticamente la música oficial de la Misa. Musica que todavía hoy arrastra a mucha gente deseosa de participar en un tipo de música que además de ser muy tranquila te crea el clima perfecto para poder rezar y estar un rato a solas ante el Sagrario. Esta es la grandeza de la Musica Gregoriana.
SAN PIO X
Un historiador perteneciente al "Movimiento Litúrgico" ha escrito:
"Con el Papa Pío X, el Movimiento Litúrgico entra en un período totalmente nuevo. Hasta ahora, en efecto, había sido el atributo de fuerzas individuales en la Iglesia. Unas voces se habían levantado por ahí y por allá, manifestando su común acuerdo sobre un tipo de reacción contra la laicidad invasora y pregonando la vuelta a, las fuentes como el verdadero medio de recristianización... Pero estos llamados, que venían a rozar la trama de las prácticas cotidianas, podían golpear sin alarmas la indiferencia de toda una parte del clero por lejos, la más numerosa- que ponderaba mediocremente un cambio en las costumbres de piedad y en los métodos de apostolado. A partir del día en que fue electo Papa, Pío X se convirtió en el propagador oficial de la restauración litúrgica, y las cosas cambiaron. Sus intervenciones múltiples sobre la música religiosa, sobre el salterio y sobre la comunión frecuente, fueron «otros tantos enérgicos golpes de timón que orientaron resueltamente a la Iglesia hacia ua vida litúrgica totalmente impregnada de piedad tradicional, de gracia sacramental y de belleza inspirada»".
REFORMA DE LA MÚSICA SACRA
La preocupación de San Pío X por la liturgia no empezó a partir de su elevación al Sumo Pontificado. Como joven vicario, y todavía en Tómbolo, creó una "Schola cantorum" con jóvenes de Salzano, a los cuales formó con el mayor cuidado en la práctica del canto llano y en las ceremonias.
En su parroquia realizó su ideal de esplendor litúrgico, que provocaba admiración de clero y pueblo. Él mismo decía: "Ni hay que cantar, ni hay que rezar durante la misa; hay que cantar y rezar la misa".
Y también: "Me he convencido por una larga experiencia de que las puras armonías del canto eclesiástico, tales como las exigen la santidad del templo y de las ceremonias sagradas que en él se cumplan, influyen admirablemente sobre la piedad y la devoción, y por consiguiente sobre el verdadero culto de Dios". (2)
Como Obispo de Mantua, durante algún tiempo quiso desempeñar las funciones de rector, de profesor de teología y de canto gregoriano en su seminario, y enseñarles él mismo las ceremonias a sus seminaristas, para inculcarles el sentido de la grandeza y del respeto hacia las cosas sagradas.
Siendo Patriarca de Venecia, el 1 de mayo de 1895 publicó una carta pastoral acerca del canto y la música de Iglesia: "El canto y la música sacra por su melodía deben excitar a los fieles a la devoción, disponiéndolos a recibir más fácilmente los frutos de la gracia que acompañan a todos los santos misterios celebrados con solemnidad. Entonces, estando estrechamente unida a la liturgia, ka música sacra debe por esto mismo armonizarse con el texto y presentar las cualidades sin las cuales no sería más que un entremés: en particular, la santidad, la perfección del arte y la universalidad".
La primera de las reformas concierne a la música sacra. A lo largo del siglo XIX, numerosos abusos, desviaciones lentas y progresivas se habían ido introduciendo en la práctica musical eclesiástica. Culminaban bajo el pontificado del Papa precedente, León XIII. Hipólito Taine pronunció un día las siguientes palabras, a la salida de una misa de esponsales: "Muy linda ópera: análoga al quinto acto de Roberto el Diablo; solamente, que Roberto el Diablo es más religioso". (3)
Las causas de esta decadencia se resumen en su Motu Proprio "Tra le Sollicitudini", (4) publicado en la fiesta de Santa Cecilia, el 22 de noviembre de 1903:
"Sea por la naturaleza de este acto, en sí mismo flotante y variable; sea por la sucesiva alteración del gusto y de las costumbres en el curso de los tiempos; sea por la funesta influencia que el arte profano y teatral ejerce sobre el arte sagrado, sea por el placer que la música produce directamente y que no siempre es fácil contener en justos límites, sea, por fin, por los mismos prejuicios que, en semejante materia, se insinúan y luego permanecen tenaces, aún entre personas autorizadas y piadosas, hay una continua tendencia a desviarse del camino recto, fijado según la finalidad por la cual el arte sagrado es admitido al servicio del culto y muy claramente indicado en los cánones eclesiásticos, en las ordenanzas de los concilios generales y provinciales, en las prescripciones repetidas emanadas de las Sagradas Congregaciones romanas y de los Soberanos Pontífices".
El Papa precisa allí su pensamiento:
"Nuestro muy vivo deseo es que el verdadero espíritu cristiano vuelva a florecer en todas formas y se mantenga en todos los fieles. Por eso es necesario proveer, ante todo, a la santidad y a la dignidad del templo, donde precisamente los fieles se reúnen para sacar este espíritu de su fuente primera e indispensable, es decir, la participación activa en los sacrosantos misterios y a la oración pública y solemne de la Iglesia".
La liturgia aparece claramente como la fuente del espíritu cristiano:
"Como una parte integrante de la liturgia solemne, la música sacra participa de su finalidad general, que es la gloria de Dios, la santificación y la edificación de los fieles".
En la continuación de su Motu Proprio, llamado por el autor "Código jurídico de la música sacra", San Pío X enumera las cualidades de la música sacra:
"Debe ser santa, y por consiguiente excluir todo elemento profano, no solamente en sí misma, sino también en la manera con la cual se ejecuta. Debe ser un arte verdadero, pues si no, es imposible que tenga sobre el alma de los oyentes la eficacia que la Iglesia espera de su liturgia. Pero, a la vez, debe ser universal".
El Papa permite aquí a todas las naciones admitir en las composiciones religiosas formas particulares que, en una cierta manera, constituyan el carácter específico de su música propia; estas formas, sin embargo, deben estar subordinadas a los caracteres generales de la música sacra.
¿Dónde se puede encontrar la música sacra que responda a estas exigencias? La respuesta de San Pío X es triple.
Primero, en un grado eminente, en el canto gregoriano.
Luego, en un alto grado, en la polifonía clásica (por ejemplo, la de Palestrina);
Finalmente, en la música moderna, pero con mucho discernimiento y excluyendo especialmente el estilo teatral.
El Papa recuerda aquí que el canto propio de la Iglesia romana es el canto gregoriano. Éste encuentra de nuevo, entonces, todo su lugar desde que los estudios recientes de fines del siglo XIX (Dom Guéranguer, Dom. Pothiers) lo han establecido en su integridad y su pureza. Es el modelo supremo de la música sacra. El Santo Padre insiste luego para que "se tenga cuidado de restablecer el canto gregoriano para el uso del pueblo, a fin de que de nuevo los fieles tomen una parte más activa en los oficios de la Iglesia según la antigua costumbre".
Se vigilará en particular el Kyrie, Gloria, Credo, los salmos e himnos. Sin embargo, no estaba en la intención del Papa imponer exclusivamente el canto gregoriano, como lo escribirá su Secretario de Estado, el Cardenal Merry del Val:
"No estaba de acuerdo con la actitud de algunos fanáticos que iban a excluir de nuestras iglesias toda otra música que no fuera la gregoriana. Declaró que eso era una exageración.” (5)
Ahí se ve el realismo, la prudencia y la apertura de espíritu de San Pío X, y cuán falsas eran las acusaciones de fixismo, estrechez y rigorismo que le eran endilgadas por parte de sus enemigos.
Según diversas disposiciones prácticas: el uso del idioma profano, la exclusión de las mujeres del santuario o en la capilla musical, la primacía del órgano al servicio del canto, la exclusión de algunos instrumentos tales como el tambor, el piano, el bombo, los címbalos, las campanillas... En fin, el documento indica los medios más apropiados para promover esta reforma: comisiones diocesanas, educación práctica y teórica en los seminarios, resurrección de las Scholae Cantorum.
El Papa quería que las reformas fuesen rápidamente llevadas a la práctica. Por este motivo, el 8 de diciembre de 1903 le habría de escribir a su Cardenal Vicario:
"Para usted, señor Cardenal, no use de indulgencia, no otorguen plazo. Al diferirla, no se disminuye la dificultad, sino que se la aumenta y como hay que suprimirla, que se lo haga inmediata y resueltamente. Que todos tengan confianza en Nosotros y en Nuestra Palabra, a la cual están ligadas las gracias y la bendición del cielo". Uno de los primeros actos concretos que siguió fue la celebración del XIII°, aniversario de San Gregorio Magno en la Basílica de San Pedro de Roma, el 11 de abril de 1904, durante la cual 1200 seminaristas cantaron la misa en gregoriano.
Numerosos actos vinieron a confirmar y proseguir las prescripciones del documento.
Después del Motu Proprio, prontamente se anunció una revisión oficial de los libros de canto gregoriano (el 8 de enero de 1904). Una comisión especial, bajo la presidencia de Dom Joseph Pothier, O.S.B. (abad de San Wandrille) fue creada el 25 de abril de 1904, a fin de examinar los trabajos que debían ser realizados por los benedictinos de Solesmes. Entre sus miembros se encontraban los grandes nombres de los artesanos de la reforma: Dom Andrés Mocquereau, O.S.B. (prior de Solesmes), el Padre Ángel de Santi, S.J., Monseñor Lorenzo Perosi (director perpetuo de la Capilla Sixtina), Monseñor Carlos Respighi (ceremoniario pontificio). La publicación del nuevo Gradual tuvo como fecha el 12 de marzo de 1908, la del nuevo Antifonario el 8 de diciembre de 1912.
En 1910 se fundó en Roma la Pontificia Escuela Superior de Música Sacra.
Veinticinco años más tarde, el Papa Pío XI renovó el impulso de Pío X en su bula "Divini cultus", del 6 de febrero de 1929. En particular, declaró:
"Es absolutamente necesario que los fieles no se comporten como extraños o como espectadores mudos, sino que, atraídos por la belleza de la liturgia, deben tomar parte de las ceremonias sagradas (...) intercalando alternativamente sus voces, según las reglas trazadas, con las voces del sacerdote y de la Schola".
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