Por la transcripción: José Ángel CRESPO FLOR
• Da gracias al ángel que clavó en tu frente el lucero de la verdad y lo bruñe a todas horas.
• Cada día alumbrarás tu mensaje con dolor, porque la verdad es un ascua que se arranca del cielo y quema las entrañas para iluminar, pero tú cuida de llevarla dulcemente hasta el corazón de tus hermanos.
• Cuando escribas lo has de hacer: de rodillas para amar; sentado para juzgar; erguido y poderoso, para combatir y sembrar.
• Abre pasmosamente tus ojos a lo que veas y deja que se te llene de sabia y frescura el cuenco de las manos, para que los otros puedan tocar ese milagro de la vida palpitante cuando te lean.
• El buen peregrino de la palabra pagará con moneda de franqueza, la puerta que se le abre en la hospedería del corazón.
• Trabaja el pan de la limpia información con la sal del estilo y la levadura de lo eterno y sírvela troceada por el interés, pero no le usurpes al hombre el gozo de saborear, juzgar y asimilar.
• Árbol de Dios, pídele que te haga roble, duro e impenetrable al hacha de la adulación y el soborno, pero con tu frente en las ramas a la hora de la cosecha.
• Si a tu silencio se llama fracaso porque la luz falta a la cita, acepta y calla. Pobre del ídolo que tiene los pies del barro de la mentira. Pero ojo a su vez, con la vanagloria del mártir cuando las palabras no suenan por cobardía.
• Siégate la mano que va a mancillar, porque las salpicaduras en los cerebros, son como sus heridas, que nunca se curan.
• Recuerda que no has nacido para prensa de colores. Ni confitería, ni platos fuertes: sirve mejor el buen bocado de la vida limpia y esperanzadora, como es.
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