Lloctinent General del Capítulo de
Caballeros Jurados de San Vicente Ferrer
Ayer nos dejó un hombre bueno; un
representante de una clase humana que parece extinguirse al desvanecerse
su presencia y su magisterio de vida. Pedro Catalán Hurtado fue tan
discreto como las violetas que antaño cultivaba su abuela en el rincón
umbroso de la vieja casa familiar de la huerta ruzafeña, pero fue
también magnífico como el esbelto grupo de palmeras que, junto a las
alquerías cercanas a la casa labradora de los padres de su Conchita,
desafiaban con su imbatible tronco los vientos atemporalados que enviaba
el mar en los otoños; tan humilde fue como una granada en sazón y fría
por la caricia del agua de las acequias de la Ruzafa de antes de la
Guerra, pero tan excelso como para poner en pie a toda Valencia reunida
en la plaza de toros a la llamada de una bandera que no podía perder su
privilegio azul; llamado al servicio de su ciudad, fue Teniente de
Alcalde de Valencia con impoluta ejecutoria y en perjuicio de sus
intereses; Consejero de la Caja de Ahorros cuando el estímulo era
romántico y carente de las suculencias que otros han conocido; amante de
su tierra y su pueblo valencianos, cuyas históricas glorias, su genuina
lengua, sus imperecederas tradiciones y sus símbolos, defendió desde
las tribunas -con su voz bien templada, sus cálidas consignas y sus
inflamadas llamadas al amor a Valencia hecho acción-, desde la letra
impresa y desde incontables puestos; fue tan buscador de la
inconspicuidad como la mítica “falaguera” de la Serra de sus retiros y
descanso, pero nobilísimo en sus criterios, en sus promesas y en sus
actos; callado para sus méritos hasta no saber una de sus manos hasta
qué punto era magnánima la otra para con el desprotegido, pero capaz de
reconvenir con el más blanco de los guantes y vigor de paladín, a
entorchados, armiños y púrpuras; católico de primera línea, pura
Iglesia en acción y en constante misión, ubicuo entre la Junta Directiva
de la Cofradía del Santo Cáliz –don Pedro fue el más multifuncional,
entregado y eficiente comodín que nunca conoció la Corporación de
devotos de la Santa Copa-; el Capítulo de Caballeros Jurados de San
Vicente Ferrer, en cuyo Consejo realizó una meritísima labor de décadas;
su entrañable Altar vicentino de Ruzafa, al que entregó sus esfuerzos
desde años mozos y a cuya imagen vicentina consagró las ilusiones y
fervores de sus hijos, nietos y biznietos; la práctica de la Adoración
Nocturna; la Archicofradía del Cristo del Salvador; y otros innumerables
frentes en que vertió su Fe hecha acción fecunda
Cristo hecho Eucaristía sobre el Santo Cáliz, San Vicente Ferrer, la Virgen de los Desamparados y el Cristo del Salvador lo están guiando hacia esa morada en donde va a gozar la de presencia de Aquel por quien hubiera dado la vida, y en grato estar tendrá junto a sí a Conchita en un marco que a buen seguro tendrá los encantos del paisaje huertano de los ensueños del buen Pedro, que nos deja su ejemplo imperecedero de nobleza de vida, de fructífera ejecutoria en familia, de generoso y aterciopelado trato, y de cristiana alegría interior.
Cristo hecho Eucaristía sobre el Santo Cáliz, San Vicente Ferrer, la Virgen de los Desamparados y el Cristo del Salvador lo están guiando hacia esa morada en donde va a gozar la de presencia de Aquel por quien hubiera dado la vida, y en grato estar tendrá junto a sí a Conchita en un marco que a buen seguro tendrá los encantos del paisaje huertano de los ensueños del buen Pedro, que nos deja su ejemplo imperecedero de nobleza de vida, de fructífera ejecutoria en familia, de generoso y aterciopelado trato, y de cristiana alegría interior.