Por Antonio Díaz TORTAJADA
Sacerdote-Periodista
Querido cofrade:
Aunque algunos imaginábamos el desenlace, siempre nos resistíamos a creer en la inminencia de su partida. La muerte jugó con nuestro amigo Pascual muchas partidas de ajedrez. Siempre le hacia jake, hasta que esta tarde primera de junio le ha hecho jake-mate.
En este momento de profunda oscuridad para nuestras vidas por la muerte de nuestro común amigo la Palabra de Dios quiere salir más que nunca a nuestro encuentro para iluminanos, reconfortanos y dar sentido a lo que estamos viviendo.
Quizá la desesperanza, el desaliento, el llanto y una profunda tristeza a malas penas nos deja sosteneros. Me gustaría que estas líneas nacidas desde la fe en Cristo de la Pascua fueran para todos nosotros un pequeño alivio, el apoyo del que se siente derrumbado y no sabe porqué, el que se enfrenta a la cara más dura de la vida.
Deseo pedir a Dios con fuerza para que nos sostenga, Él que conoció el mayor de los sufrimientos. Y le pido también que aleje de nosotros la tentación de abandonar a Dios en estos momentos. Es más. La tentación de pensar que Dios nos ha abandonado o se ha desentendido de nosotros. Es justo al contrario. Sabemos con certeza que su presencia, su Gracia, su consuelo está ahora más vivo que nunca entre nosotros.¡Cuánto sufre nuestro Señor al ver este trago amargo que hemos de beber! Pero quiere Cristo nuestro Señor que de esta copa de amargura podamos hacernos más fuertes, quiere Él que podamos afrontar nuestro paso por este mundo con la conciencia aún más clara acerca del valor exacto que tiene nuestra vida.
Abramos nuestro corazón a la esperanza que Cristo nos ha traído con su muerte y resurrección. La pasión de Cristo no fue en vano. El tesoro de gracia que de nuestra fe en Él se desprende es de incalculable valor. Nuestra vida no tiene sentido sin Dios y su promesa de vida eterna. ¡Esta es la cuestión! ¿Seguimos creyendo y esperando en la vida eterna?
No desesperemos de la fe que bañada en sangre por tantos mártires nos ha sido transmitida, según la cual hemos nacido para siempre, nuestro paso por este mundo no es sino un entrenamiento, una decisión en favor o en contra del Dios que nos ama y nos ha preparado un hogar eterno, la paz perpetua, la dicha definitiva hacia la cual deberíamos estar trabajando.
La despedida, pues, del cristiano a nuestro amigo Pascual, no consiste en decirle un “hasta siempre” sino un“hasta pronto”. No nos separamos definitivamente de nuestros seres queridos porque Dios es la vida y en Él estaremos siempre, estamos en sus manos, y la única forma de perdernos esta dicha es persistiendo en el pecado y rechazar libre y conscientemente a Dios y su amor. ¡Confiemos en esta promesa! ¡Pedamos a Dios la fuerza para que aumente nuestra esperanza en encontrar un día todos nosotros la unidad que ahora la muerte ha interrumpido bruscamente, de reencontraros con Pascual. !Os parece un milagro ¿verdad? Y es que lo es, pero un milagro que podemos esperar si el vacío que ha dejado esta ausencia lo completamos con el único que puede comprenderos, daros luz y sentido en lo que estáis viviendo: Jesús, el Señor.
Me ha llegado la noticia de la muerte de Pascual teniendo un libro abierto entre mis manos: Las obras de san Juan de la Cruz, que he releído estos meses porque me ayudan en la oración personal.
Querido cofrade: Te transcribo algunos fragmentos del poema “Aunque es de noche”.
Qué bien sé yo la fonte que mana y corre:
aunque es de noche!
Su claridad nunca es oscurecida,
y sé que toda luz de ella es venida,
aunque es de noche!
Aquesta eterna fonte está escondida
en este vivo pan por darnos vida,
aunque es de noche!
Aquesta viva fuente que deseo
en este pan de vida yo la veo,
aunque es de noche!
Por otra parte, querido cofrade “de madrugada”, nos dice el relato lucano, es decir, todavía de noche, las mujeres, que “se mantenian una distancia” , inician un movimiento de proximidad.hacia Jesús muerto. Caminan hacia el sepulcro.
Cuando Jesús expira, al mediodía, se oscurece el sol y toda la región queda en tinieblas: “Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu”. Es la noche! Y reina un gran silencio y soledad. Y, sin embargo, la muerte del Señor, tiene un aspecto opuesto, totalmente positivo, fuente de consolación y de esperanza. En el símbolo apostólico se decimos: “Descendió a los infiernos”. Sucede en el Sábado Santo, “tierra de nadie”, entre la muerte y la resurrección. “Tierra de nadie”, la noche más obscura, la del abandono más absoluto. En ella, nos encontramos creyentes y no creyentes. También por esto la podemos llamar “tierra de nadie”. Y sucede lo impensable: Que el Amor ha penetrado “en los infiernos”, es decir, que en la oscuridad extrema de la soledad humana más absoluta nosotros podemos estrechar una mano, la de Cristo, que nos conduce a la luz.
El ser humano vive por el hecho que es amado y puede amar; y si también en el espacio de la muerte ha penetrado el amor, quiere decir que incluso allí ha llegado la vida. Ya nunca más estaremos solos.
¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado. Aunque “es de noche” para nuestro ojos. Es la Pascua, el paso del Señor por nuestras vidas. Tránsito, lo llamamos los cristianos. En compañía, porque quien tiene fe nunca está solo. Y aunque morimos, vivimos para siempre con el Señor.
Debemos saber que el mayor bien y beneficio que podemos hacer a nuestro amigo Pascual es orar por la paz de su alma, que ahora se encuentra cara a cara con el amor y la misericordia de Dios. ¡Qué encuentro tan hermoso, pero también tan temible! ¿De qué podemos temer al estar en la presencia de Dios? De no haber respondido a tanto amor como Dios nos da. De haber renunciado a amar, servir a los nuestros. De no haber dado la cara por Jesús, haberlo ignorado cuando Él es nuestra única Vida después de esta vida.
Dios no conoce otra forma de ser que el amor. Su amor por nosotros no tiene condiciones, es eterno, irrevocable. Somos nosotros, en cambio, los que podemos persistir en el pecado y la indiferencia y romper este lazo indestructible. Por eso debemos hoy orar por Pascual. Únete, cuando puedas, a la Eucaristía, para que el sacrificio de Jesús beneficie a Pascual. y le ayude a acercarse al Señor para que pueda estar definitivamente con Él, como todos nosotros esperamos.
Pidamos finalmente a María, nuestra Madre querida y Reina de los Ángeles a quien amaba que tenga compasión de nosotros, que cuide de nosotros, que nos ilumine y nos fortalezca para que sigamos firmes y valientes en esta escalada hacia el cielo, nuestro hogar definitivo. Hagámoslo recordando las palabras de Jesús: “Yo Soy la Resurrección y la Vida, el que cree en Mí aunque haya muerto, vivirá; y el que cree en Mí y está vivo, no morirá para siempre. ¿Creéis esto?”
Un abrazo, Antonio
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