sábado, 9 de junio de 2012

CORPUS CHRISTI: CREER, CELEBRAR Y VIVIR LA EUCARISTÍA

Carta semanal del Sr. Arzobispo ( Viernes 08 de Junio de 2012)

Dentro de muy pocos días vamos a celebrar la fiesta del Corpus Christi. En nuestra Archidiócesis de Valencia tiene una fuerza especial. En estos momentos que vivimos, esta fiesta abre horizontes para nuestras vidas y para la transformación del corazón de los hombres y de esta historia. Os hago una propuesta, no solamente a los cristianos, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad: contemplad el misterio de la Eucaristía. Nuestro mundo está roto y deseoso de salidas nuevas, Europa busca y entrega alternativas diferentes, pero nada de lo que se está ofreciendo da salidas y transforma los corazones. Y lo necesario es, precisamente, un corazón como el de Jesucristo, preocupado por los otros, especialmente por los que más lo necesitan, un corazón que engendre obras de unidad y reconciliación entre los hombres, de ayuda mutua, de romper esos egoísmos que llevan siempre a decir “sálvese quien pueda”. Jesucristo nos ofrece otras maneras de construir nuestras relaciones, de tener salidas para todos y de que nuestro corazón esté vuelto a quienes más lo necesitan. Es verdad que una cosa es necesaria: para los que creen, urge proclamar con gozo y fe firme que Dios es comunión y que nos llama a todos los hombres a participar y comunicar esa misma comunión; para los que no creen, Él llama a que tengan el atrevimiento y la osadía de dejarle entrar en sus vidas por unos momentos, sin miedos a que les perjudique. Y es que Jesucristo es el punto central de la misma comunión. La Eucaristía, celebrada y contemplada, es el lugar privilegiado para vivir según Jesucristo, con su mismo amor, con sus mismas fuerzas hasta dar la vida por el otro. La Eucaristía nos sitúa siempre en la perspectiva de la solidaridad y de caridad, y es centro de comunión con Dios y con los hermanos.

La Eucaristía en la que creo: el Señor dándose a sí mismo y cambiando mi vida

La Eucaristía es un misterio que has de creer. A mí siempre me impresionaron aquellas palabras del diálogo de Jesús con Nicodemo: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó a su hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él” (Jn 3, 16-17). ¡Qué fuerza tienen estas palabras cuando vemos en ellas la referencia al pan que baja del cielo! Y es que en la Eucaristía el Señor no nos da algo, sino que se da a sí mismo, ofrece su cuerpo y derrama su sangre. Entrega su vida y es la fuente originaria del amor divino del que nosotros podemos ser partícipes y entregar y construir esta historia con ese amor. ¿Queremos hacer algo por este mundo? Hay muchos hombres y mujeres que están empeñados en hacer algo, en cambiar este mundo. Es verdad que lo hacen desde planteamientos y teorías muy diversas, pero también es cierto que lo que no cambia es el corazón del ser humano y, por ello, no hay transformaciones que entren en la raíz de los problemas y situaciones.

Sin embargo, el Señor nos dice algo especialmente importante, no es una teoría, es una realidad: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo” (Jn 6, 51). En la Eucaristía nos llega la vida divina y con esa vida todo se hace de una manera diferente, no son mis fuerzas, es la misma fuerza de Dios que me impulsa a la comunión con todos los hombres y a dar el aliento de vida que cada uno necesite. ¡Qué maravilloso es ver cómo ya en la creación el ser humano fue llamado a compartir en cierta medida el aliento vital de Dios! Pero en Jesucristo eso se nos da sin medida, porque nos convertimos en partícipes de la intimidad divina. Nuestro Señor Jesucristo nos ha regalado la tarea de participar en su “hora” y es la Eucaristía la que nos hace partícipes y nos adentra en el acto oblativo del Señor. ¡Qué fuerza tiene para nosotros descubrir que la Eucaristía es constitutiva del ser y del actuar de la Iglesia! En la Eucaristía vivimos y contemplamos lo que es la suprema manifestación sacramental de la comunión en la Iglesia. La entrega del Señor ha de ser nuestra entrega.

La Eucaristía que celebro: forjadora de creatividad para dar vida

La Eucaristía es un misterio que hay que celebrar. En la belleza de la liturgia, en la belleza de la contemplación del misterio de la Eucaristía donde está realmente presente Jesucristo, en la belleza forjadora de creatividad que se experimenta cuando a Jesucristo lo mostramos por las calles en el misterio de la Eucaristía en la procesión del Corpus Christi, es donde mejor experimentamos lo que es vivir en fiesta y lo que es hacer partícipe de esta fiesta a todos los hombres. Así es como mejor entendemos también aquellas palabras de San Agustín: “Este pan que vosotros veis sobre el altar, santificado por la palabra de Dios, es el cuerpo de Cristo. Este cáliz, mejor dicho, lo que contiene el cáliz, santificado por la palabra de Dios, es sangre de Cristo. Por medio de estas cosas quiso el Señor dejarnos su cuerpo y sangre, que derramó para remisión de nuestros pecados. Si lo habéis recibido dignamente, vosotros sois lo mismo que habéis recibido” (San Agustín, Sermo 227, 1: PL 38, 1099). “No sólo nos hemos convertido en cristianos, sino en Cristo mismo” (San Agustín, In Iohannis Evangelium Tractatus, 21, 8: PL 35, 1568). Siempre me han impresionado unas palabras que mi catequista cuando tenía muy pocos años, me dijo: “En la Eucaristía, Jesucristo viene a nuestro encuentro y desea unirse a nosotros”. Cuando adoramos al Señor fuera de la celebración de la Misa, prolongamos e intensificamos lo acontecido en la misma celebración y maduramos más aún la acogida del Señor y la misión social contenida en la Eucaristía que rompe las barreras que nos separan a los hombres de  Dios y de los demás.

La Eucaristía de la que vivo, me transforma y me orienta en el compromiso

La Eucaristía es un misterio que hay que vivir. Nosotros, gracias a la Eucaristía y, por tanto, gracias a Jesucristo, acabamos por ser cambiados misteriosamente, ya que Él nos alimenta y nos une, como decía San Agustín “nos atrae hacia sí”. ¡Qué belleza tiene la vida humana cuando es ganada por Cristo y nos hace vivir según Él en medio de este mundo! La Eucaristía lleva dentro de sí la fuerza transformadora que solamente Dios puede dar al corazón del hombre. Nada puede cambiar al hombre como lo hace Dios mismo. Por eso, en momentos en los que hay que dar soluciones a la vida y a las relaciones entre los hombres, dejarnos ganar por la presencia real de Jesucristo no es algo secundario sino fundamental. La Eucaristía realiza la transfiguración progresiva del hombre, que ha sido llamado a ser por gracia imagen del Hijo de Dios (cf. Rm 8, 29s). Con la Eucaristía todo lo auténticamente humano se llega a vivir en plenitud. Hay algo que es preciso y urgente vivir: entrar en este mundo como lo hizo Nuestro Señor, regalando a los hombres con palabras y obras la dignidad de la que Dios les hizo partícipes. Esto no es posible más que viviendo la comunión entendida en relación con el misterio eucarístico. La comunión tiene dos connotaciones inseparables: la comunión vertical, es decir, con Dios; y la comunión horizontal, es decir, con los hombres que en Cristo se han convertido en hermanos y hermanas nuestros. Por eso tiene tanta importancia esta comunión, incluso en la construcción de la vida de cada día entre los hombres y los pueblos.

Allí donde se destruye la comunión con Dios, se destruye la raíz y el manantial de la comunión entre los hombres y, por tanto, el ejercicio práctico del amor verdadero que es el que viene de Dios y nunca olvida a nadie.

Con gran afecto y mi bendición

+ Carlos, Arzobispo de Valencia

jueves, 7 de junio de 2012

UNA ORACIÓN DEL SACERDOTE Y PERIODISTA ANTONIO DIAZ TORTAJADA EN RECUERDO Y HOMENAJE A MANOLO PRECIADO.- Vamos a transcribir la oración que Antonio Diaz Tortajada, sacerdote y periodista, compuso para la visita que el Levante UD. SAD. realizó a la parroquia Nuestra Señora del Rosario el 9 de junio de 2004, tras lograr el Jerez, el ansiado retorno a Primera, 40 años despues. Hoy si cabe esta oración tiene más actualidad. La vamos a recordar:

Oración del Levante UD en su visita a la parroquia del Rosario (9-junio-2004) con motivo de su ascenso a primera división.

Señor:
En el estadio todos juegan, aunque sólo uno gana.
Los futbolistas del Levante Unión Deportiva
aquí estamos con nuestro triunfo,
signo de una larga vida vivida con lucha, esfuerzo y trabajo.
Con esta plegaria a los pies de tu Madre Nuestra Señora del Rosario, en estos Poblados Marítimos nos unimos, como un grandioso coro, para expresarte un himno de alabanza y acción de gracias.
Queremos dar gracias a Dios por el don del deporte,
con el que como hombres ejercitamos nuestro cuerpo,
nuestra inteligencia y nuestra voluntad,
reconociendo que estas capacidades son dones del Creador.
Queremos vivir una vida deportiva como afirmación de los valores más importantes de los hombres como la lealtad,
la perseverancia, la amistad, la comunión y la solidaridad.
Queremos que el fútbol se difunda en todos los rincones del mundo, superando la diversidad de culturas y naciones.
Queremos convertir el fútbol en ocasión de encuentro y de diálogo, superando cualquier barrera de lengua, raza y cultura.
Queremos que el fútbol pueda dar una valiosa aportación
al entendimiento pacífico entre los pueblos
y contribuir de esta forma a que se consolide en el mundo
la cultura de la vida, del servicio y del amor.
Que busquemos, Señor, día a día, la ocasión de encontrar
un nuevo impulso creativo y estimulante,
para que el fútbol responda, sin desnaturalizarse,
a las exigencias de nuestro tiempo:
un deporte que tutele a los débiles y no excluya a nadie,
libere a los jóvenes del riesgo de la apatía y de la indiferencia, y suscite en ellos un santo espíritiu de competición;
un deporte que contribuya a hacer que se ame la vida
y que eduque para el sacrificio, el respeto y la responsabilidad,
llevando a una plena revalorización de toda persona humana.
Señor Jesucristo, ayúdanos a ser tus amigos y testigos de tu amor.
Ayúdanos a poner en la ascésis personal el mismo empeño
que ponemos en el estadio;
ayúdanos a realizar una armoniosa y coherente unidad
de cuerpo y espíritu, para alcanzar tu inestimable premio:
Una corona que no se marchita y que dura para siempre. Amén


Autor: Antonio DIAZ TORTAJADA, Sacerdote y Periodista

sábado, 2 de junio de 2012

Ante la muerte de Pascual Ribera

Por Antonio Díaz TORTAJADA
Sacerdote-Periodista

Querido cofrade:
Aunque algunos imaginábamos el desenlace, siempre nos resistíamos a creer en la inminencia de su partida. La muerte jugó con nuestro amigo Pascual muchas partidas de ajedrez. Siempre le hacia jake, hasta que esta tarde primera de junio le ha hecho jake-mate.
En este momento de profunda oscuridad para nuestras vidas  por la muerte de nuestro común amigo la Palabra de Dios quiere salir más que nunca a nuestro encuentro para iluminanos, reconfortanos y dar sentido a lo que estamos viviendo.
Quizá la desesperanza, el desaliento, el llanto y una profunda tristeza a malas penas nos deja sosteneros. Me gustaría que estas líneas nacidas desde la fe en Cristo de la Pascua fueran para todos nosotros un pequeño alivio, el apoyo del que se siente derrumbado y no sabe porqué, el que se enfrenta a la cara más dura de la vida.
Deseo pedir a Dios con fuerza para que nos sostenga, Él que conoció el mayor de los sufrimientos. Y le pido también que aleje de nosotros la tentación de abandonar a Dios en estos momentos. Es más. La tentación de pensar que Dios nos ha abandonado o se ha desentendido de nosotros. Es justo al contrario. Sabemos con certeza que su presencia, su Gracia, su consuelo está ahora más vivo que nunca entre nosotros.¡Cuánto sufre nuestro Señor al ver este trago amargo que hemos de beber! Pero quiere Cristo nuestro Señor que de esta copa de amargura podamos hacernos más fuertes, quiere Él que podamos afrontar nuestro paso por este mundo con la conciencia aún más clara acerca del valor exacto que tiene nuestra vida.
Abramos  nuestro corazón a la esperanza que Cristo nos ha traído con su muerte y resurrección. La pasión de Cristo no fue en vano. El tesoro de gracia que de nuestra fe en Él se desprende es de incalculable valor. Nuestra vida no tiene sentido sin Dios y su promesa de vida eterna. ¡Esta es la cuestión! ¿Seguimos creyendo y esperando en la vida eterna?
No desesperemos de la fe que bañada en sangre por tantos mártires nos ha sido transmitida, según la cual hemos nacido para siempre, nuestro paso por este mundo no es sino un entrenamiento, una decisión en favor o en contra del Dios que nos ama y nos ha preparado un hogar eterno, la paz perpetua, la dicha definitiva hacia la cual deberíamos estar trabajando.
La despedida, pues, del cristiano a nuestro amigo Pascual, no consiste en decirle un “hasta siempre” sino un“hasta pronto”. No nos separamos definitivamente de nuestros seres queridos porque Dios es la vida y en Él estaremos siempre, estamos en sus manos, y la única forma de perdernos esta dicha es persistiendo en el pecado y rechazar libre y conscientemente a Dios y su amor. ¡Confiemos en esta promesa! ¡Pedamos a Dios la fuerza para que aumente nuestra esperanza en encontrar un día todos nosotros la unidad que ahora la muerte ha interrumpido bruscamente, de reencontraros con Pascual. !Os parece un milagro ¿verdad? Y es que lo es, pero un milagro que podemos esperar si el vacío que ha dejado esta ausencia lo completamos con el único que puede comprenderos, daros luz y sentido en lo que estáis viviendo: Jesús, el Señor.
Me ha llegado la noticia de la muerte de Pascual teniendo un libro abierto entre mis manos: Las obras de san Juan de la Cruz, que he releído estos meses porque me ayudan en la oración personal.
Querido cofrade: Te transcribo algunos fragmentos del poema “Aunque es de noche”.
Qué bien sé yo la fonte que mana y corre:
aunque es de noche!
Su claridad nunca es oscurecida,
y sé que toda luz de ella es venida,
aunque es de noche!
Aquesta eterna fonte está escondida
en este vivo pan por darnos vida,
aunque es de noche!
Aquesta viva fuente que deseo
en este pan de vida yo la veo,
aunque es de noche!

Por otra parte, querido cofrade “de madrugada”, nos dice el relato lucano, es decir, todavía de noche, las mujeres, que “se mantenian una distancia” , inician un movimiento de proximidad.hacia Jesús muerto. Caminan hacia el sepulcro.
Cuando Jesús expira, al mediodía, se oscurece el sol y toda la región queda en tinieblas: “Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu”. Es la noche! Y reina un gran silencio y soledad. Y, sin embargo, la muerte del Señor, tiene un aspecto opuesto, totalmente positivo, fuente de consolación y de esperanza. En el símbolo apostólico se decimos: “Descendió a los infiernos”. Sucede en el Sábado Santo, “tierra de nadie”, entre la muerte y la resurrección. “Tierra de nadie”, la noche más obscura, la del abandono más absoluto. En ella, nos encontramos creyentes y no creyentes. También por esto la podemos llamar “tierra de nadie”. Y sucede lo impensable: Que el Amor ha penetrado “en los infiernos”, es decir, que en la oscuridad extrema de la soledad humana más absoluta nosotros podemos estrechar una mano, la de Cristo, que nos conduce a la luz.
El ser humano vive por el hecho que es amado y puede amar; y si también en el espacio de la muerte ha penetrado el amor, quiere decir que incluso allí ha llegado la vida. Ya nunca más estaremos solos.
¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado.  Aunque “es de noche” para nuestro ojos. Es la Pascua, el paso del Señor por nuestras vidas. Tránsito, lo llamamos los cristianos. En compañía, porque quien tiene fe nunca está solo. Y aunque morimos, vivimos para siempre con el Señor.
Debemos saber que el mayor bien y beneficio que podemos hacer a nuestro amigo Pascual es orar por la paz de su alma, que ahora se encuentra cara a cara con el amor y la misericordia de Dios. ¡Qué encuentro tan hermoso, pero también tan temible! ¿De qué podemos temer al estar en la presencia de Dios? De no haber respondido a tanto amor como Dios nos da. De haber renunciado a amar, servir a los nuestros. De no haber dado la cara por Jesús, haberlo ignorado cuando Él es nuestra única Vida después de esta vida.
Dios no conoce otra forma de ser que el amor. Su amor por nosotros no tiene condiciones, es eterno, irrevocable. Somos nosotros, en cambio, los que podemos persistir en el pecado y la indiferencia y romper este lazo indestructible. Por eso debemos hoy orar por Pascual. Únete, cuando puedas, a la Eucaristía, para que el sacrificio de Jesús beneficie a Pascual. y le ayude a acercarse al Señor para que pueda estar definitivamente con Él, como todos nosotros esperamos.
Pidamos finalmente a María, nuestra Madre querida y Reina de los Ángeles a quien amaba que tenga compasión de nosotros, que cuide de nosotros, que nos ilumine y nos fortalezca para que sigamos firmes y valientes en esta escalada hacia el cielo, nuestro hogar definitivo. Hagámoslo recordando las palabras de Jesús: “Yo Soy la Resurrección y la Vida, el que cree en Mí aunque haya muerto, vivirá; y el que cree en Mí y está vivo, no morirá para siempre. ¿Creéis esto?”

Un abrazo, Antonio

LOS SANTOS DE NUESTRO TIEMPO, un libro de Jose María Salaverri

  (Redacción)

 La editorial católica PPC acaba de publicar “Orar con los santo de nuestro tiempo”. Un libro en el que 52 “santos” del siglo XX y hasta 2008 nos interpelan con su vida, nos hacen meditar con sus pensamientos, nos proponen a elevar nuestra mente a Dios, nos invitan a seguirles. A través de una excelente presentación gráfica podemos conocer sus rostros Preguntamos al autor, el sacerdote marianista y biografo del 'venerable Faustino' José María Salaverri, cómo se le ocurrió escribirlo y qué pretende con ello porque desde luego, con estos santos de nuestro tiempo se nos hace mucho mász facil rezar y estar cerca de ellos.

¿Por qué se ha limitado precisamente a los santos de esos años?
-       A primera vista nuestro tiempo ha sido un tiempo calamitoso. Nuestro tiempo tiene, por decirlo así, mala prensa. Dos guerras mundiales, muchas locales, persecuciones terribles a los cristianos, el Holocausto, pérdida de valores, terrorismo, droga, etc… Sin embargo hay más gente buena que mala. Y en medio de todo eso, hay santos, muchos santos. Lo hago notar en la introducción. Siempre en los tiempos duros Dios se ha buscado santos –conocidos algunos, anónimos la inmensa mayoría- que compensen el mal de su tiempo. 

Si hay tantos santos hoy ¿qué criterio ha seguido para seleccionar esos 52?
-       Ante todo le diré que el texto de cada uno de esos santo no fue escrito en el orden cronológico en que figuran en el libro. Los escribía mensualmente para la revista EL REINO, de los Padres Reparadores, según me viniera bien. Pero sí que seguía ciertas pautas: que hubiera santos de lugares y países variados, hombres y mujeres, niños, adolescentes y personas maduras, religiosos y seglares, de movimientos o congregaciones diferentes, de profesiones diversas… Como han sido años de persecuciones, he procurado que hubiera algún mártir representante de cada una de ellas…En resumen, una manera de poner de relieve el llamamiento universal a la santidad; para recordar que todos estamos llamados a ella, cada uno en su circunstancia..

He notado que hay incluso políticos…
-       Efectivamente ¡nada menos que seis!… De los “padres de la Unión Europea”, que eran católicos, hay dos en proceso de beatificación: Robert Schuman y Alcide de Gasperi… Hay un emperador, un presidente de república, un alcalde famoso…

Por lo que he visto ha escogido usted personas que están en alguna de las fases del reconocimiento “oficial” de su santidad por la Iglesia: Siervo de Dios, Venerable, Beato, Santo… Y me ha llamado la atención que el rey Balduino, por ejemplo, no está en ninguna de ellas, pero lo ha incluido.
-       Tiene razón he procurado seleccionar personas de las que la Iglesia ha sancionado su santidad o está en camino de hacerlo. ¡No quiero canonizar por mi cuenta a nadie!. Sólo en tres ocasiones he hecho una excepción, entre ellas Balduino, rey de los belgas. Tengo para mí que fue un santo y si no se ha empezado su proceso ha sido, creo yo, por causas políticas. Por cierto que le habrá tal vez extrañado que hay incluso un no bautizado, o mejor dicho de “bautizado de deseo”, Henri Bergson

Me ha parecido muy interesante que al final haya puesto una cronología de los principales acontecimientos de la historia del siglo XX hasta hoy, y entreverados en ellos la fecha de  la muerte, o como dice la Iglesia, el “nacimiento para el cielo” de cada uno de esos santos. Lo titula “El mundo que les tocó vivir”…
-       Ha sido para que nos demos cuenta qué noticias leían ellos en los periódicos de su tiempo, los acontecimientos que les preocupaban, el ambiente que les rodeaba… Es conocida la frase de Ortega y Gasset “Yo soy yo y mi circunstancia”, pero se conoce menos cómo prosigue “…y si no la salvo a ella no me salvo yo”. Este capítulo último quiere dar a entender que estos santos y los millones de anónimos más, esparcidos como sal evangélica en la historia del mundo son los que han salvado de algún modo la “circunstancia”.

En cada santo hay un apartado que usted llama “un momento de gracia en su vida”. ¿a qué se refiere?
-       Estoy convencido que en la vida de cada persona hay momentos-clave en los que el Señor nos pide algo. Momentos que pueden ser muy sencillos, pero que son un llamamiento, una ocasión de decir un Si al Señor. La mayor parte no tienen lugar en ocasiones por decirlo así solemnes u oficiales. En ese apartado, con la anécdota intento señalar algún de esos momento de su vida, o por lo menos revelar algún rasgo de la espiritualidad. de cada uno.

Otro apartado lo titula “Para rezar con él y como él”… ¿cómo ha podido encontrar oraciones escritas por ellos? Algunos no habrán dejado ninguna escrita…
-       Tiene razón. Algunos han dejado muchas, otros ninguna. Para estos últimos lo he suplido convirtiendo en oración algún escrito suyo; o poniendo alguna oración relacionada con su vida y sus actividades. Hay un caso simpático: la hija religiosa de Alcide de Gásperi compuso oraciones para que su padre las rezara en sus viajes…

Para terminar ¿qué desearía para los lectores de este libros?
-       Ya lo señalo allí: despertar el santo dormido que todos llevamos dentro… Que al leer su vida, al meditar sus pensamientos, al responder a la pregunta personal que hay al final de cada capítulo, nos digamos lo de san Ignacio: “Lo que ellos hicieron ¿por qué no yo?”. A mi estilo, en mi circunstancia, con mi vocación… personal… pero con el mismo espíritu: amando a Dios y sirviéndole a Él en los demás.


Mayo de 2012

viernes, 1 de junio de 2012

SANTO DOMINGO Y EL SANTO ROSARIO

Por el padre Hernán Jiménez OP / ZENIT

Santo Domingo ha promovido y divulgado la oración del Rosario, como alabanza a la Santísima Virgen María. Rezar el Rosario es una invitación a reflexionar sobre los misterios de Cristo, en compañía de la Virgen, que está asociada de manera especial a la Encarnación, Pasión y Resurrección de su Hijo. Santo Domingo, que era un hombre de elevada oración, dedicó mucho tiempo a su encuentro personal con Jesús y estudió su persona con gran dedicación. Estaba dotado de una exquisita sensibilidad espiritual, que no pasó desapercibido por sus hermanos. De hecho, fueron los que mantuvieron sus "Modos de orar".

Según una leyenda, la misma Señora enseñó a santo Domingo a rezar el Rosario, que es una oración muy poderosa para vencer a los enemigos de la fe. Gracias a esta oración muchos pecadores se han convertido y aún hoy se convierten a la fe católica y la recitan para interceder y obtener muchas gracias.

Santo Domingo nos recuerda que en el corazón de la Iglesia debe arder el fuego misionero que empuja incesamente a transmitir el Evangelio donde se necesite: Cristo es el bien más preciado y valioso, que cada hombre y mujer de todo tiempo tiene derecho a conocer y amar. En la iconografía, a santo Domingo se le asocian varios símbolos, entre ellos el Santo Rosario, que fue una gran ayuda en su predicación. A la Virgen le agrada la oración del Rosario, porque es la oración de los sencillos, de los humildes, y que puede ser rezada por todos. Se puede rezar en cualquier lugar y a cualquier hora. Es un honrar a Dios y a la Virgen. Ella lo ha hecho ver cada vez que se ha aparecido: en Fátima, en Lourdes. Especialmente en Fátima se identificó con el título de "Señora del Rosario". En cada aparición, recomienda esta oración a sus hijos para alabar, agradecer y pedir apoyo y gracia a Jesús.

Fue el papa Pío V quien instituyó la fiesta de Nuestra Señora del Rosario después de la batalla de Lepanto. Se dice que el papa estaba en Roma rezando el Rosario para obtener la victoria sobre el ejército turco, cuando salió de la capilla y, guiado por una inspiración, anunció la victoria por parte de la armada cristiana e instituyó la fiesta de Nuestra Señora de las Victorias, añadiendo a las letanías el título de "Auxilio de los cristianos". A lo largo de los siglos, los papas han recomendado el rezo del Rosario y lo han enriquecido con muchas indulgencias. Los últimos papas han subrayado la importancia de esta devoción, especialmente el Rosario en familia, porque es una manera práctica para fortalecer la unidad familiar.

Santo Domingo había encontrado en esta devoción un arma para evangelizar a los hombres de aquel tiempo. Había descubierto el medio por el cual orar, meditar y contemplar. De hecho, recitando esta oración, alababa a Jesús a través y en unión con su Santa Madre María. Meditando sobre los misterios y la vida de Jesús y reflexionando sobre estos hechos podía llegar a la contemplación de la Única Verdad: Jesucristo. Podemos decir que nos muestra el camino por el cual llegamos a la unión con Jesús y con Dios, nuestro Padre amoroso. Desde el comienzo de la vida dominica, la oración y la contemplación fueron un elemento integrante e indispensable de la vida de los frailes.

En referencia a esto, el papa Benedicto XVI en una de sus audiencias generales, lo expresó así: "El lema de los frailes predicadores --contemplata aliis tradere--, nos ayuda a descubrir un anhelo pastoral en el estudio contemplativo de esta verdad, por la necesidad de comunicar a los demás el fruto de su propia contemplación. Y es el mismo santo Domingo, con su santidad, quien nos indica dos medios indispensables para que la acción apostólica sea eficaz. En primer lugar, la devoción mariana, que él cultivó con ternura y dejó como preciosa herencia a sus hijos espirituales, los cuales en la historia de la Iglesia han tenido el gran mérito de difundir el rezo del Rosario, tan querida por el pueblo cristiano y tan rica de valores evangélicos, una verdadera escuela de fe y piedad". El segundo medio, según él, es la vida monástica: granos vivos del Rosario son las monjas de clausura que, viviendo 24 horas en oración, aparecen como pétalos de rosas del Ave María.

Terminando esta meditación invito a todos a asumir la responsabilidad sobre la devoción al rezo del Santo Rosario, acogiendo la exhortación del papa: "Queridos hermanos y hermanas, la vida de Santo Domingo de Guzmán, nos insta a ser fervientes en la oración, valientes en la vivencia de la fe, profundamente enamorados de Jesucristo" (Audiencia general, 3 de febrero 2010).

martes, 29 de mayo de 2012

PEDRO CATALÁN, MAESTRO DE HOMBRES DE BIEN

José F. Ballester-Olmos y Anguís
Lloctinent General del Capítulo de
Caballeros Jurados de San Vicente Ferrer



Ayer nos dejó un hombre bueno; un representante de una clase humana que parece extinguirse al desvanecerse su presencia y su magisterio de vida. Pedro Catalán Hurtado fue tan discreto como las violetas que antaño cultivaba su abuela en el rincón umbroso de la vieja casa familiar de la huerta ruzafeña, pero fue también magnífico como el esbelto grupo de palmeras que, junto a las alquerías cercanas a la casa labradora de los padres de su Conchita, desafiaban con su imbatible tronco los vientos atemporalados que enviaba el mar en los otoños; tan humilde fue como una granada en sazón y fría por la caricia del agua de las acequias de la Ruzafa de antes de la Guerra, pero tan excelso como para poner en pie a toda Valencia reunida en la plaza de toros a la llamada de una bandera que no podía perder su privilegio azul; llamado al servicio de su ciudad, fue Teniente de Alcalde de Valencia con impoluta ejecutoria y en perjuicio de sus intereses; Consejero de la Caja de Ahorros cuando el estímulo era romántico y carente de las suculencias que otros han conocido; amante de su tierra y su pueblo valencianos, cuyas históricas glorias, su genuina lengua, sus imperecederas tradiciones y sus símbolos, defendió desde las tribunas -con su voz bien templada, sus cálidas consignas y sus inflamadas llamadas al amor a Valencia hecho acción-, desde la letra impresa y desde incontables puestos; fue tan buscador de la inconspicuidad como la mítica “falaguera” de la Serra de sus retiros y descanso, pero nobilísimo en sus criterios, en sus promesas y en sus actos; callado para sus méritos hasta no saber una de sus manos hasta qué punto era magnánima la otra para con el desprotegido, pero capaz de reconvenir con el más blanco de los guantes y vigor de paladín, a entorchados, armiños y púrpuras; católico de primera línea, pura Iglesia en acción y en constante misión, ubicuo entre la Junta Directiva de la Cofradía del Santo Cáliz –don Pedro fue el más multifuncional, entregado y eficiente comodín que nunca conoció la Corporación de devotos de la Santa Copa-; el Capítulo de Caballeros Jurados de San Vicente Ferrer, en cuyo Consejo realizó una meritísima labor de décadas; su entrañable Altar vicentino de Ruzafa, al que entregó sus esfuerzos desde años mozos y a cuya imagen vicentina consagró las ilusiones y fervores de sus hijos, nietos y biznietos; la práctica de la Adoración Nocturna; la Archicofradía del Cristo del Salvador; y otros innumerables frentes en que vertió su Fe hecha acción fecunda
Cristo hecho Eucaristía sobre el Santo Cáliz, San Vicente Ferrer, la Virgen de los Desamparados y el Cristo del Salvador lo están guiando hacia esa morada en donde va a gozar la de presencia de Aquel por quien hubiera dado la vida, y en grato estar tendrá junto a sí a Conchita en un marco que a buen seguro tendrá los encantos del paisaje huertano de los ensueños del buen Pedro, que nos deja su ejemplo imperecedero de nobleza de vida, de fructífera ejecutoria en familia, de generoso y aterciopelado trato, y de cristiana alegría interior.

domingo, 27 de mayo de 2012

Me enseñaron a decir: Creo

Por José Gea (obispo emérito de Mondoñedo - El Ferrol)

EL SUEÑO DE LA FE

En el artículo anterior les hablé de que en el siguiente les hablaría de los ídolos modernos, pero estando dando una charla sobre catequesis, vi un texto que escribí hace ya algunos años y, ante la aceptación de los oyentes al escucharlo, pensé compartirlo con Uds. porque espero que les guste.

Al empezar a escribir un catecismo, puse como introducción a la Primera Parte como un sueño que titulaba el sueño de la fe; fe que resumía en una palabra: Creo

ME FÍO DE DIOS: CREO

Ante la revelación que Dios nos hace de sí mismo y ante su Mensaje, pronunciamos la palabra "Creo". Se cree en la persona a la que se ama. Con manifestaciones y acentos distintos, Dios es el gran patrimonio de la humanidad; para nosotros, los cristianos, este patrimonio está envuelto en el amor; es lo característico del Dios en quien creemos. Por ser Dios amor, al manifestarse, lo ha de hacer desde el amor y con amor.

EL SUEÑO DE LA FE

Me impresiona el cuadro de Miguel Ángel en el que aparece Dios creando el mundo. Soñé que Dios me tomó consigo, me sujetó con su brazo y me fue enseñando la obra que estaba haciendo.

No temas, me dijo, soy Yo. Comprendí que era mi Padre Dios. Y oigo que me dice: todo esto que voy a hacer, será para ti. Su derecha, extendida con fuerza y energía, hace surgir de la nada los soles y las estrellas y la tierra y las plantas y los animales...

Y vi que creaba al hombre, y que le amaba... Vi que el hombre era como un espejo entre Dios y las cosas; al reflejar sobre las cosas la luz de Dios, les daba sentido; y al devolver a Dios la luz de las cosas, se cerraba el circuito del amor que había partido de Dios. ¡Qué bonito el paraíso!

Vi también algo que jamás llegué a entender: el hombre como espejo, se desenfoca y se rompe. Se salió de su sitio; dejó de reflejar sobre las cosas la luz de Dios y dejó de orientar hacia Dios la luz de las cosas. El espejo así no tenía sentido y se rompió. Ya roto, seguía reflejando pero sin unidad, con desconcierto y sin orientación. La creación que Dios estaba realizando perdió su brillo y lozanía y... mi buen Padre Dios me estrechó fuertemente como si temiera perderme, y me dio a entender que había creado al hombre para el amor, pero el hombre no entró en la corriente viva del amor. Empezó entonces el egoísmo y la envidia y las divisiones y los robos y las maquinaciones, y todo fue acabando con la muerte. ¡Qué espectáculo tan triste apareció ante mis ojos, Dios mío!

Pensé para mí que la obra maravillosa que mi Padre Dios había hecho, y que quería regalar a todos los hombres, quedó rota recién salida de sus manos, porque quedó roto el hombre apenas creado. Y si el hombre está roto ¿qué sentido tiene la creación?

Yo no lo acababa de entender pero era así. La gran obra de la creación recién estrenada, rota para todos.

A continuación, me muestra a Jesús y me dice: No te preocupes. Él recompondrá esta creación rota y volverá a restablecer el amor. Él será el nuevo espejo que reflejará sobre el mundo mi luz y mi amor. Él hará que vuelva a mí toda la luz y todo el amor que voy a volcar sobre el mundo. Este espejo no fallará, no se romperá, nadie lo quebrará.

-¿Quién es? Le pregunté.

-Es mi Hijo, el Amado. Es mi imagen. Él y yo somos una misma cosa. Es como Yo.

Y veo a un Jesús recién nacido, niño, y joven, y adulto, y predicando por todas partes... Pero cuando no salgo de mi asombro es cuando lo veo muriendo en una cruz. Y no se rompe, no, en la cruz. Este espejo del Padre que es Jesús, se empaña, es cierto, pero no se rompe. Y no entiendo nada.

Dirijo mi mirada hacia mi Padre Dios.

-Le pregunto: ¿Por qué?

-Y me responde: Porque te quiero, mi pequeño. Mi Hijo Jesús, mi amado, mi predilecto, también es para ti. Y sigo sin entender nada.

No salgo de mi asombro y me sigo preguntando: Pero ¿por qué? ¿para mí? ¿Y me lo das de esa manera?

-Ya irás comprendiendo, me dice, a medida que vayas entrando en el amor.

Me muestra también a la madre de Jesús junto a la cruz. Me quedo admirado ante su belleza, su hermosura, su serenidad, su dolor y su entereza al pie de la cruz. Y oigo a Jesús que le dice, refiriéndose a mí: Sé su madre. Te lo encomiendo como hijo. Y ella calla y acepta.

Y sigo sin entender nada.

Veo que Jesús resucita y vuelve glorioso junto al Padre, sentado en su trono de gloria. ¡¡Qué encuentro!! Y yo, que sigo en los brazos de mi Padre Dios, me siento muy incómodo en un lugar que no es el mío; y me pregunto: ¿qué hago yo aquí? Éste no es mi sitio. Y mi Padre Dios me dice:

-Sí lo es, porque también tú eres mi hijo. Y por ti estoy haciendo todo esto; por ti y por todos los hombres, pues todos estáis llamados a ser mis hijos en mi Hijo Jesús.

Sigo sin comprender y me sigue diciendo:

- Tú también vendrás a estar definitivamente con nosotros lleno de gloria. Pero también tú has de cumplir con tu misión en el mundo.

- Le pregunto: ¿qué misión es la mía?

- Y me dice: ya la irás descubriendo.

- ¿Qué he de hacer para descubrirla?

- Escucha a mi Hijo y síguele. No tengas miedo. Fíate de Él. Y empecá a ver mi vida desde Dios.

Me condujo después a una casa muy grande. Y oí a mi buen Padre Dios que me decía: Ésta es tu casa y tu familia; entra. Y entré en la Iglesia. Y empecé el aprendizaje del amor junto a muchos hermanos que también lo estaban aprendiendo. Allí había de todo: hermanos que se iniciaban en el amor, y hermanos muy adelantados; unos, un tanto mediocres y otros que alcanzaban metas muy elevadas. Unos entraban, otros salían; unos se esforzaban, otros eran muy indolentes...

Y me mostró una viña inmensa que se extendía por todo el mundo; y me dijo: es mi viña, el lugar donde vas a trabajar. Y vi niños y jóvenes y enfermos y pobres y ricos y ancianos y obreros y matrimonios y sacerdotes y religiosos y consagrados; y unas pequeñas parcelas, como familias y parroquias y conventos y diócesis...

Me enseñó una y me dijo: ése será tu lugar de trabajo. Ahí me vas a querer y vas a hacerme querer. En todos estos lugares se enseña a los hombres a pronunciar la palabra "creo". Y me dijo: Tú también la habrás de pronunciar constantemente y habrás de enseñar a la gente a pronunciarla.

Lo último que soñé fue también algo imborrable. Me enseñó un pueblecito pequeño; chiquillos jugueteando por las calles, hombres trabajando en el campo, mujeres en las faenas de la casa, pueblo de labradores. Entramos en una casa, sencilla, sin lujos, con mucho calor de amor...

¡Con qué cariño me depositó en mi hogar! Y me mostró a mis padres y a mi familia, y dando una vuelta por el pueblo, me mostró a mi cura, y a mis maestros, y a mis catequistas, y un poco más lejos, a mis condiscípulos, y a mis amigos sacerdotes y a mis feligreses y a mis diocesanos... ¿También todos ellos son para mi? Sí, me dijo. Y añadió: y tú para ellos.

Entre todos me enseñaron a decir "creo". La misma palabra que mi Padre Dios me encargó que enseñase a decir a los hombres, mis hermanos.

A partir de ese momento mi Padre Dios iba a tomar distancias; ya no escuché más su voz. Seguiría estando conmigo, pero de otra manera. Yo seguiría escuchando su Palabra, pero de otra manera... Fue todo como un sueño, el sueño de la fe. ¡Qué bonito es soñar junto a nuestro Padre Dios!

¿Has soñado también pensando en quienes te han enseñado a decir CREO y si estás enseñando a alguien a decirlo?

José Gea