(Redacción) .- Santa Clara nació en Asís el 1194, trece años después que San Francisco. Era hija de la noble familia de los Offreduccio. Clara fue "un raro cisne que cruzó el pantano sin enlodarse, una hoja de acero templado bajo el aspecto de una exquisita dulzura". Se dejó conquistar por el Amor.
La virtud alegre es contagiosa, y Francisco la conquistó para Cristo. A los 18 años huye por la noche a la Porciúncula. Luego pasa a San Damián, donde vivirá hasta su muerte. Se le unen sus amigas, de sugestivos nombres: Pacífica, Benvenuta, Angelluccia, Inés. Su sobrina Amada va a participarle la fecha de su boda, y se queda con ella. Se le une su madre y su hermana. Y conquista a nobles y princesas, como la Beata Inés de Praga. "Blancas flores primaverales, que exhalaban una fragancia única".
Clara, ante todo, es el fruto de la gracia de Dios. No abandona una a los dieciocho años una familia adinerada, ni ofrece su cabellera a unas inhábiles tijeras aun cuando fueran manejadas por el Hermano Francisco ni se encierra para siempre tras los muros de una casa en ruinas... sólo por amor a la poesía y a una vida sencilla. Sin embargo, tal fue el caso de Clara Offreduccio en el domingo de Ramos del año 1211 ó 1212.
Sor Clara viviría en adelante a la sombra de Francisco. El amor a la pobreza le granjeó pronto unas compañeras, y se convirtió en la madre de las Damas Pobres para quienes redactó Francisco una “Fórmula de vida”. Después de la muerte del Santo, Clara tuvo que defender su ideal con obstinación para lograr del papa el “Privilegio de la pobreza”.
Sentía gran amor a la Pasión del Señor, a la Eucaristía, a la Virgen. "Clara fue una huella de la Madre de Dios. Cristo renovó en Francisco su vida y su pasión. María renovó en Clara su humildad y pureza".
Y pronto, en el convento de San Damián, surge la casa primera de una fundación: las Damas Pobres, las Clarisas; luz en el cuerpo y en el alma, en un ambiente íntimo de humildad y de pobreza.
No quiere dispensas en la observancia; porque "hay que desligarse de las culpas, pero no de imitar a nuestro Señor Jesucristo".
Así vivían, cuando pasa por Asís el ejército imperial de Federico II, en el que militan hasta 10.000 sarracenos, autores de grandes desmanes. Cuando aparecen ante el convento de San Damián, Clara les hace retirarse, presentándose ante ellos con la custodia eucarística y orando: "No entregues, Señor, a las bestias, las almas que te alaban. Guarda a tus siervas, que redimiste con tu preciosa sangre".
En la Pascua de 1253 cae enferma. La visita Inocencio IV, de paso por Asís. Escribe su Testamento: "Sed siempre enamoradas de Dios". Sus últimas palabras: "Gracias, Señor, por haberme creado". Era el 11 de agosto de 1253. Francisco la esperaría, como aquella noche en la Porciúncula, para ofrendarla al Amor.
Inocencio IV preside los funerales. Su sucesor Alejandro IV la canonizó. Pío XII la nombró Patrona de la Televisión, por haber "contemplado" una noche, enferma en su lecho, la Misa de la Porciúncula
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