Diego Alamar es un profesor de coro de Valencia que desde hace año y medio vive en Ramala dando clases de música a niños palestinos en un proyecto de la fundación Barenboim-Said. En medio de un ambiente prebélico, su misión es hacerles la vida un poco más agradable.
(Fuente: José Parrilla Valencia, Levante.emv.com)Del Canyamelar a Palestina con la música como herramienta de paz. Ese podría ser el resumen del último año y medio de vida de Diego Alamar, un valenciano, profesor de coro, que en enero del año pasado decidió dejar Valencia para enseñar a cantar a niños palestinos. La música es cultura, dice, y la cultura acerca a los pueblos, incluso cuando el ambiente puede considerarse prebélico.
Hasta hoy la labor de Diego era completamente anónima. Ha dejado de ser así porque algún amigo suyo quiso poner en valor su trabajo y nos habló de su última aventura. El jueves por la mañana lo sorprendimos en su casa de Ramala cuando llegaba de hacer la compra. Se rió cuando le dijimos que queríamos entrevistarle y después de darle tiempo para algo tan normal como colocar la comida, explicó algo tan complicado como enseñar música en Palestina.
"En realidad llegue allí por casualidad", dice. A sus 33 años era director de coros de la Escuela de Música de Xirivella y en ocasiones había estado en Bolivia participando de forma altruista en un proyecto de cooperación musical. En cierta manera se había hecho conocer como "el músico que hace cosas raras", dice bromeando, y un día lo llamó la Fundación Valenciana Limi para trabajar en el Conservatorio de Música de Palestina, entidad con la que había firmado un convenio de colaboración.
En enero se fue, pues, con la idea de estar seis meses dando clases de armonía y solfeo, y una vez allí, la cosa se lió. La Fundación Barenboim-Said, creada por la Junta de Andalucía para promocionar el diálogo, la educación y la reconciliación cultural a través de la música, lo ficho como profesor de coros en su sede de Ramala. Y allí sigue.
Niños en guerra
En principio, educa a niños de entre 8 y 16 años de varias poblaciones del entorno de esta gran ciudad de Cisjordania. En Ramala está dos días en semana y el resto lo divide entre Beit Jallah, localidad cercana a Belén, y la pequeña población de Ni'ilim. "En Ramala, la vida es casi como en Valencia, porque tiene setenta u ochenta mil habitantes y está muy occidentalizada, pero en los pueblos es distinto, sobre todo en Ni'ilim, que está rodeado por el muro israelí y la vida es muy difícil", relata Diego. En esta localidad "ha subido mucho el paro y hay mucha violencia, con manifestaciones todas las semanas e intervenciones permanentes del Ejército Israelí". Puede decirse que viven en un ambiente cercano a la guerra y su misión es "hacerles ha vida un poco más agradable".
Su método es enseñar música con la mayor normalidad posible. En su programa hay tanto música occidental como música árabe, un obstáculo casi tan grande como la falta de cultura musical con la que se enfrenta. "Aquí la educación musical está empezando y además hay poca tradición de cantar", dice. "Aquí las madres no le cantan nanas a sus hijos, existe la música pero no está dentro de la gente, hay canciones populares, pero no están muy introducidas en el pueblo", comenta.
Él, sin embargo, trata de paliar este vacío llenándolo con todo lo que tiene. En el último festival, por ejemplo, cantaron L'Estaca de Lluís Llach -"les explique que fue una canción muy importante en la lucha contra la represión franquista", comenta- y suele hacer bastantes incursiones en la música sudamericana. "Aquí tienen muchos problemas de ritmo y esto les ayuda", dice.
Si todo va bien, Diego tiene previsto quedarse en palestina al menos dos años más. Aunque allí es difícil tener amigos occidentales por el poco tiempo que aguantan, se siente bastante acompañado de sus amigos árabes. Con ellos se entiende en inglés y ya está aprendiendo árabe. Además, a Valencia viene cada tres meses, así que la música y Palestina seguirán ocupándole y preocupándole algún tiempo más.
Trabajo con niños discapacitados
Dentro de su completa dedicación a la Fundación Barenboim-Said, Diego Alamar tiene una ilusión que lo desborda. Es el nuevo proyecto de Educación Musical para Alumnos con Necesidades Especiales que ha iniciado en el mes de enero para enseñar música a niños discapacitados. Con absoluta libertad de acción por parte de la fundación, Diego ya ha comenzado a dar clases en un pueblo cercano a Ramala, donde atiende a tres grupos con diferentes niveles de discapacidad. Curiosamente, "algunos no pueden ni hablar", dice emocionado. El proyecto incluye, así mismo, la formación de profesores de educación especial para que su trabajo pueda multiplicarse. Diego recuerda que es el primer proyecto educativo musical de estas características en Palestina y que para él es la más importante de las labores que realiza, pues "las personas más débiles en las sociedades débiles no suelen tener mucho apoyo".
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