sábado, 7 de agosto de 2010

En la fiesta de Santo Domingo de Guzmán (8 de agosto) tenemos la obligación de impulsar el rezo meditativo del Santo Rosario

( Desde El Cañamelar, José Ángel Crespo Flor)

En la Fiesta de santo Domingo de Guzmán no podemos pasar por alto a este maestro de predicadores. Fundador de los Padres Dominicos es uno de los iconos de la expansión del Santo Rosario. Devoción en la que los Dominicos han puesto, a lo largo de toda su historia que es mucha, todo el empeño posible.

Hoy, con la fiesta de santo Domingo, es uno de esos días donde en todas las Iglesias debería de rezarse una parte del San top Rosario. A modo de homenaje a Santo Domingo si se quiere, para conmemorar mejor su fiesta pero porque también la Virgen se alegre que 'hablemos' con Ella a través del Santo Rosario.

No ignoro que que la Fiesta de Santo Domingo al caer en Domingo queda un tanto deslucida por no decir muy olvidada pues el domingo, 'el Día del Señor', prevalece ante cualquier fiesta, también a la de Santo Domingo de Guzmán.

De todas formas insisto en lo del Santo Rosario. Entre otras cosas porque ello no interfiere en nada a la Santa Misa y porque así en cierta medida se recuerda y homenajea a quien tanto hizo por popularizar esta plegaria que tanto gusta  a la Virgen.

Para los que lean esta información les tengo que decir que si hoy, aprovechan y acuden al Rosario a participar de las misa de las 12 del mediodía o las 19:30 horas quedarán absortos al comprobar la belleza innata del grupo que preside el Altar Mayor pues junto a la Virgen del Rosario, tema central del grupo que realizó Francisco Martínez Aparicio, 'cañameler d' Honor de la Hermandad del Cristo de los Afligidos' se puede ver a Santa Catalina de Siena y a Santo Domingo de Guzmán, ambos dominicos y ambos recibiendo el Santo Rosario de manos de la Virgen y el Niño Jesús.

No queremos finalizar este breve comentario para la importancia que tuvo en su tiempo Santo Domingo de Guzmán sin felicitar a la Orden de los Predicadores en el día de su fundador y pedirles que no cejen en su empeño de intentar que en todos los templos se rece, antes de la misa vespertina, la parte del Santo Rosario que corresponda al día de la semana

Vida

Nació en Caleruega (Burgos) en 1170, en el seno de una familia profundamente creyente y muy encumbrada. Sus padres, don Félix de Guzmán y doña Juana de Aza, parientes de reyes castellanos y de León, Aragón, Navarra y Portugal, descendían de los condes-fundadores de Castilla. Tuvo dos hermanos, Antonio y Manés.

De los siete a los catorce años (1177-1184), bajo la preceptoría de su tío el Arcipreste don Gonzalo de Aza, recibió esmerada formación moral y cultural. En este tiempo, transcurrido en su mayor parte en Gumiel de Izán (Burgos), despertó su vocación hacia el estado eclesiástico.

De los catorce a los veintiocho (1184-1198), vivió en Palencia: seis cursos estudiando Artes (Humanidades superiores y Filosofía); cuatro, Teología; y otros cuatro como profesor del Estudio General de Palencia.

Al terminar la carrera de Artes en 1190, recibida la tonsura, se hizo Canónigo Regular en la Catedral de Osma. Fue en el año 1191, ya en Palencia, cuando en un rasgo de caridad heroica vende sus libros, para aliviar a los pobres del hambre que asolaba España.

Al concluir la Teología en 1194, se ordenó sacerdote y es nombrado Regente de la Cátedra de Sagrada Escritura en el Estudio de Palencia.

Al finalizar sus cuatro cursos de docencia y Magisterio universitario, con veintiocho años de edad, se recogió en su Cabildo, en el que enseguida, por sus relevantes cualidades intelectuales y morales, el Obispo le encomienda la presidencia de la comunidad de canónigos y del gobierno de la diócesis en calidad de Vicario General de la misma.

En 1205, por encargo del Rey Alfonso VIII de Castilla, acompaña al Obispo de Osma, Diego, como embajador extraordinario para concertar en la corte danesa las bodas del príncipe Fernando. Con este motivo, tuvo que hacer nuevos viajes, siempre acompañando al obispo Diego a Dinamarca y a Roma, decidiéndose durante ellos su destino y clarificándose definitivamente su ya antigua vocación misionera. En sus idas y venidas a través de Francia, conoció los estragos que en las almas producía la herejía albigense. De acuerdo con el Papa Inocencio III, en 1206, al terminar las embajadas, se estableció en el Langüedoc como predicador de la verdad entre los cátaros. Rehúsa a los obispados de Conserans, Béziers y Comminges, para los que había sido elegido canónicamente

Para remediar los males que la ignorancia religiosa producía en la sociedad, en 1215 establece en Tolosa la primera casa de su Orden de Predicadores, cedida a Domingo por Pedro Sella, quien con Tomás de Tolosa se asocia a su obra.

En septiembre del mismo año, llega de nuevo a Roma en segundo viaje, acompañando del Obispo de Tolosa, Fulco, para asistir al Concilio de Letrán y solicitar del Papa la aprobación de su Orden, como organización religiosa de Canónigos regulares. De regreso de Roma elige con sus compañeros la Regla de San Agustín para su Orden y en septiembre de 1216, vuelve en tercer viaje a Roma, llevando consigo la Regla de San Agustín y un primer proyecto de Constituciones para su Orden. El 22 de Diciembre de 1216 recibe del Papa Honorio III la Bula “Religiosam Vitam” por la que confirma la Orden de Frailes Predicadores.

Al año siguiente retorna a Francia y en el mes de Agosto dispersa a sus frailes, enviando cuatro a España y tres a París, decidiendo marchar él a Roma. Allí se manifiesta su poder taumatúrgico con numerosos milagros y se acrecienta de modo extraordinario el número de sus frailes. Meses después enviará los primeros Frailes a Bolonia.

Habrá que esperar hasta finales de 1218 para ver de nuevo a Domingo en España donde visitará Segovia, Madrid y Guadalajara.

Por mandato del Papa Honorio III, en un quinto viaje a Roma, reúne en el convento de San Sixto a las monjas dispersas por los distintos monasterios de Roma, para obtener para los Frailes el convento y la Iglesia de Santa Sabina.

En la Fiesta de Pentecostés de 1220 asiste al primer Capítulo General de la Orden, celebrado en Bolonia. En él se redactan la segunda parte de las Constituciones. Un año después, en el siguiente Capítulo celebrado también en Bolonia, acordará la creación de ocho Provincias.

Con su Orden perfectamente estructurada y más de sesenta comunidades en funcionamiento, agotado físicamente, tras breve enfermedad, murió el 6 de agosto de 1221, a los cincuenta y un años de edad, en el convento de Bolonia, donde sus restos permanecen sepultados. En 1234, su gran amigo y admirador, el Papa Gregorio IX, lo canonizó.


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